Tener un libro entre las manos es una experiencia mágica. Todo puede pasar desde el mismo momento en que se abre la tapa de esa caja de Pandora en la que la curiosidad es más que necesaria, es el oxígeno indispensable para bucear entre las páginas.
Leer es vivir otra vida. Como afirmaba George R.R. Martin, el creador de Juego de tronos: «Un lector vive mil vidas antes de morir. Aquel que nunca lee vive solo una». Nada más cerca de la realidad.
Pasar la última página de un libro y cerrarlo no tiene, sin embargo, por qué ser el final. Esa historia se convierte en inmortal porque se puede saborear y recordar siempre. Ya forma parte de ti.
Por suerte, cada vez son más las personas que descubren la magia que esconden las miles de páginas que se editan cada año. Cuantificar es poco evocador, nada poético, pero los datos en este sector son tan halagüeños que merece la pena resaltar que solo en España se depositaron en la Biblioteca Nacional en 2019 algo más de 64.100 títulos. Una gran producción para un voraz apetito lector digno de celebrar coincidiendo con el Día Internacional del Libro, que se celebra cada 23 de abril.
El poder de los libros es tan potente que logró vencer antes que nadie al coronavirus que sumió al mundo en una pandemia y metió en casa a millones de personas. Muchas hallaron cobijo en ellos para encontrar calma, entretenimiento, conocimiento, aventura, ricas recetas, las historias de amor que no podían vivir o las de desamor que nunca quisieran sufrir. La lectura se ha convertido en los dos últimos años en un hábito que parece que ha llegado para quedarse, tal y como confirma un 64,4 por ciento de la población española, que asevera que mantiene esta actividad como parte de su ocio, independientemente de dónde viva, de su género o de su edad. También hay un 35,6 por ciento de ciudadanos que se conforman con vivir solo una vida y que reconoce que no lee nunca o casi nunca.
«El año 2021 ha sido un año marcado claramente por la consolidación del crecimiento de la lectura que se había disparado en 2020, en plena pandemia, y por la confirmación de que las librerías de proximidad se han convertido en el motor principal de la conexión de los autores y lectores», reconocía a finales del ejercicio pasado Patrici Tixis, presidente del Gremio de Editores de Cataluña al presentar los datos correspondientes a ese año.
Pero el fomento de la lectura no debe cesar. De los hogares a los colegios e institutos y, por supuesto, en la edad adulta. El volumen de publicaciones hace que haya títulos para todos los gustos. Siempre habrá uno del que enganchar a un nuevo lector que pueda seguir las huellas que deja la tinta en busca de la historia de su vida.
Si han llegado hasta aquí, lo más probable es que no necesiten buscar excusas para leer y que en su mesilla de noche aguarden varios volúmenes pendientes. Pero por si alguna vez necesitan argumentos para otros, no olviden contarles que «los libros son los amigos más silenciosos y constantes; son los consejeros más accesibles y los maestros más pacientes», decía Charles William Eliot.
El pretexto perfecto
La lectura beneficia seriamente la salud y puede ser una herramienta muy útil para combatir un mal tan común en la actualidad como el estrés. Frenar la vida por unas horas y quedarse absorto en la lectura es una de las sensaciones más placenteras y evasivas que existen. Además, puede ayudar a relativizar las situaciones de la vida cotidiana en función de qué tipo de lectura se elija y favorece las capacidades cognitivas de la mente, fortaleciendo e instaurando nuevas conexiones neuronales que redundarán positivamente en el pensamiento crítico, retrasarán el deterioro cognitivo propio de la edad y ayudarán a comprendernos mejor a nosotros mismos y a la vida.
Si lo que se prefiere es alentar las relaciones humanas, seguro que sabe que todo está en los libros. Adquirir conocimientos y experiencias indirectas aporta un bagaje cultural que siempre es un buen aliño para cualquier conversación que compartir con otras personas. ¿Un ejemplo? Seguro que le suena que el Día del Libro es una jornada simbólica para la literatura mundial, ya que una jornada como esa, en 1616, fallecieron Cervantes y Shakespeare (Cervantes en realidad murió el 22, pero fue enterrado el 23, y en cuanto a Shakespeare, ese 23 de abril corresponde al calendario juliano, vigente aún en la Inglaterra isabelina), pero también Garcilaso de la Vega. La fecha coincide con el nacimiento o el fallecimiento de otros autores, como Maurice Druon, Haldor K.Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla, Manuel Mejía Vallejo y William Wordsworth.
Ahora cierren la tapa de este breve homenaje al libro y no dejen nunca de soñar entre páginas.