Los extremos se tocan

Pilar Cernuda
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Tanto Vox como Por Andalucía cosecharon los peores resultados del 19-J; los primeros por no haber entendido a Andalucía al plantear la campaña y, los segundos, por su división interna

Olona se quedará en Andalucía, al menos, hasta que se constituya el Parlamento, pero en Vox aseguran que su sitio está en el Congreso de los Diputados. - Foto: E.P.

Las elecciones andaluzas han demostrado, una vez más, que el dicho «los extremos se tocan» se ajusta a la realidad. La extrema derecha y la extrema izquierda no han cumplido sus expectativas. Con una diferencia importante: Vox ha mejorado el resultado anterior, pero en una campaña desastrosa repitiendo que duplicaría los escaños y que Macarena Olona exigiría a Juanma Moreno la Vicepresidencia de un Gobierno de coalición. Ha convertido los dos escaños de más, un éxito, en un fracaso. No es por tanto la misma situación que la de Podemos e Izquierda Unida, que ha perdido ya el nombre de Unidas Podemos porque andan desaparejados y con las espadas en alto. 

Precisamente las tensiones entre Podemos e IU, posteriores a las tensiones entre Podemos y Podemos que se saldaron con Teresa Rodríguez e Íñigo Errejón fuera del partido y creando los suyos propios, han tenido mucho que ver con el resultado andaluz. 

En el caso de Vox, el llamado voto útil ha sido clave, no es casual que tanto Moreno como los dirigentes nacionales del PP insistieran en que el candidato del PP solo podría culminar el proyecto que había iniciado tres años antes si conseguía gobernar sin necesidad de contar con Vox, que evidentemente impondría exigencias en el pacto de coalición. No olvidaban además los andaluces que Vox echó abajo los presupuestos del Gobierno de  Moreno porque a cambio del apoyo pretendían medidas de tipo ideológico. Sin duda esa posición de Vox influyó en el voto andaluz, como desde luego influyó el cartel electoral, con Macarena Olona candidata a la Presidencia.

 La dirección nacional de Vox ha dado muestras de no conocer bien a los andaluces y el vínculo muy especial que sienten hacia su tierra, con una idiosincrasia difícilmente exportable. Olona se ha hecho un nombre en el partido por su contundencia en el ataque al Gobierno, su verbo duro, su aparente valentía para dar a los socialistas donde más duele. Pero ese tipo de estrategia no es la que más atrae a los andaluces, y no hay más que ver cómo Teresa Rodríguez ha conseguido un resultado que pocos predecían por lo contrario que vendía Olona, autenticidad sin dobleces, andaluza a machamartillo sin complejos. Sus dos escaños valían oro en unas elecciones con tantos partidos en la contienda, y sin embargo se los llevó ella y Adelante Andalucía, a pesar de que la izquierda extrema, la ultraizquierda de Por Andalucía, con media docena de partidos, estaba convencida de que Rodríguez se quedaría sin representación. 

Su tradicional soberbia les hizo pensar que nadie que hubiera formado parte de Podemos podía quitarles votos y hacerles sombra. Pues lo ha hecho Rodríguez, como lo había hecho un año antes Errejón en las elecciones madrileñas cuando Más Madrid se convirtió en segunda fuerza, y provocó que Pablo Iglesias dejara la política activa.

Para las actuales máximas dirigentes de Podemos, Belarra y Montero, el ejemplo de Rodríguez y Errejón es todo un toque de atención porque han demostrado que hay vida más allá de Podemos. 

Equivocación

También la dirección nacional de Vox se ha equivocado con Andalucía. Ha diseñado una estrategia para llegar a Moncloa que consiste en aprovechar las elecciones autonómicas y municipales para intentar gobiernos de coalición con el PP y quitarse el sanbenito de que es un partido sin experiencia de gestión. Para ellos era básico formar parte del gobierno de Moreno, pero en lugar de confiar en su presidente regional, decidieron enviar a Olona, diputada por Granada aunque no tenía vinculación con esa provincia. 

Hay versiones encontradas sobre su estado de ánimo: algunos de sus compañeros en la dirección nacional aseguran que aceptó el reto de inmediato, aunque otros dicen que mostró reticencias pensando en su futuro. En cualquier caso cometieron, unos y otros, errores de bulto. Empadronarse en el domicilio de Salobreña del presidente provincial de Vox, en lugar de buscarse un apartamento alquilado como han hecho otros candidatos cuneros. Y, segundo, poner la campaña en manos del periodista Álvaro Zancajo, madrileño que ha desarrollado toda su carrera profesional en medios nacionales, y solo los dos últimos años ha trabajado en Andalucía, en Canal Sur. 

El futuro de Olona es incierto. Ha dicho públicamente que cumplirá su palabra y se quedará en Andalucía, pero sus compañeros de la dirección nacional explican que solo estará en Sevilla hasta que se celebren las generales, que su sitio está en el Congreso de los Diputados.

Las cosas en la extrema izquierda, o la ultraizquierda -no se comprende que el calificativo ultra solo se utilice con la derecha- son mucho más complicadas. Ya ha pasado el tiempo de los anuncios y llega el de poner proyectos en marcha.

Yolanda Díaz pretende ser la candidata de todo el conglomerado de la izquierda y cree que el acuerdo al que ha llegado con Errejón de cara a las andaluzas tendrá prolongación en el resto de España, pero Errejón todavía no ha tomado ninguna decisión. Sus rivales en Unidas Podemos, Belarra y Montero, estaban a la espera del resultado andaluz, donde Yolanda impuso su candidatura, y ese no es esperanzador para el proyecto que había diseñado la política gallega. Su figura ha sufrido un varapalo con el pírrico número de votantes que han confiado en el conglomerado Por Andalucía, que contribuyó a crear y, por otra parte, un hecho demoledor pone en jaque su visión para conformar equipo político sólido: la imputación de Oltra. 

El grupo fundador de su plataforma no ha sido el mejor: Oltra imputada y también imputada Ada Colau. Y ya en su momento se expresaron dudas sobre la conveniencia de sumar a una dirigente de Melilla muy reconocida por su lucha por los derechos de la mujer musulmana, pero que no renuncia a la yihab, vestimenta que para muchas mujeres musulmanas progresistas en un símbolo del sometimiento a las normas impuestas por los hombres.

Los extremos por tanto no han salido bien parados el 19 de junio. Se tocan. No ideológicamente, sino por la coincidencia en que, en la misma fecha, han sufrido importantes fracasos políticos.