El ocaso de una marca con menos de 10 años

EFE
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Los estragos de la pandemia y las malas perspectivas económicas aceleran la desaparición de una firma no exenta de escándalos en el pasado, como las tarjetas 'black' o su salida a Bolsa

La última etapa de Bankia ha estado marcada por la profesionalización de la gestión.

Empieza un nuevo capítulo en la historia del mundo de las finanzas. Y para que haya un principio, antes tiene que haber un final. Bankia desaparecerá como marca después de su fusión con CaixaBank, poniendo fin a una historia de menos de 10 años en la que había logrado reponerse tras los escándalos de las tarjetas black, la propia salida a bolsa o el rescate que puso en jaque al conjunto de la economía española.

Aunque el germen de Bankia se fragua desde 2010, la historia real de la entidad comienza en marzo de 2011, cuando el entonces presidente del grupo, Rodrigo Rato, presenta la marca en un acto multitudinario en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia.

Un nombre corto y potente, sin ningún guiño a las marcas de las siete cajas que la integraron -Caja Madrid, Bancaja, La Caja de Canarias y las cajas Laietana, Ávila, Segovia y Rioja- y en el que no se dudó en invertir para darlo a conocer.

Sonora fue la campaña de publicidad con la que se estrenó y sobre la que la Justicia trata de esclarecer aún si sirvió para que Rato cobrara comisiones en la adjudicación de estos contratos, con anuncios en la calle, en radio y televisión que animaban a ser bankeros participando en la inminente salida a bolsa.

El salto al parqué se vivió entonces como una cuestión de Estado y en ese momento pareció que se había saldado con éxito, aunque pronto la operación fue duramente criticada y acabó sentando en el banquillo a la antigua cúpula, que aún sigue esperando la sentencia de la Audiencia Nacional.

Aunque la marca Bankia convivió casi un año desde su creación con la denominación de las antiguas cajas de ahorros en sus territorios de origen, poco a poco se fue imponiendo el nuevo nombre y la idea de que era una nueva entidad, aunque acarreara lastres del pasado.

El debut bursátil de la firma financiera fue de uno de los grandes golpes para la marca Bankia, pero ni de lejos el único, pues también se vio salpicada por las preferentes; el escándalo de las tarjetas black, que mantiene a Rato en prisión, y por el rescate del grupo.

Es ahí cuando entra en acción José Ignacio Goirigolzarri, que relevó al exdirector gerente del FMI en la presidencia de Bankia en mayo de 2012 y planteó una recapitalización de la entidad que obligó directamente a España a pedir apoyo a sus socios europeos para poder destinar más de 22.400 millones a reflotar el grupo.

 

Remodelación

El banquero optó al coger el timón por profesionalizar al máximo la gestión: un nuevo consejo de administración y el inicio de una nueva etapa para mejorar las cuentas y reforzar la solvencia, aunque para conseguir todo ello acometió el mayor ERE de la historia de España, casi 6.000 empleados, y echó el cierre a cientos de sucursales.

A pesar de esos duros ajustes, el nuevo equipo trató de marcar distancias con el pasado, quiso dar ejemplo con los sueldos limitados de su cúpula y se esforzó por recuperar el ánimo de sus trabajadores y mantener su clientela.

El lema era Empecemos por los principios, que unido a la gestión profesional y a una campaña para librar de comisiones a los clientes más fieles, permitió que la marca Bankia fuera poco a poco ganando prestigio y fuerza tras integrar a BMN, el banco creado por Caja Murcia, Caja Granada y la balear Sa Nostra.

Aunque nunca se desprendió de la losa del pasado y algunos veían en Bankia la vía para impulsar la banca pública, los distintos gobiernos siempre mostraron su apoyo al equipo gestor, que apenas consiguió devolver 3.300 millones de las ayudas -2.122 millones con la venta de acciones y 1.180 millones con el pago de dividendo-.

En los últimos tiempos, el banco presumía de solvencia y tenía la aspiración de pagar un dividendo extraordinario de unos 2.500 millones, sin embargo, la pandemia y las malas perspectivas económicas han hecho que esos planes queden en el aire y se opte por la fusión con CaixaBank, lo que supondrá el ocaso definitivo de Bankia.