Un año excesivamente convulso

Pilar Cernuda
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El descontento de los socialistas con las alianzas y las decisiones de Pedro Sánchez es cada vez mayor, y en el PP se vieron obligados a relevar a Pablo Casado tras desacuerdos internos

El jefe del Ejecutivo hará frente a un Feijóo que se puso al frente de la oposición el pasado mes de abril. - Foto: EFE/ Chema Moya

Pocos años como 2022. Un presidente de Gobierno cuestionado por aceptar exigencias inadmisibles por parte de socios que se mueven muy alejados de la Constitución, cambio traumático e inesperado en el principal partido de la oposición, práctica desaparición de una formación que hace apenas tres años aspiraba a gobernar, y auge del extremismo de derechas como contrapunto al extremismo de izquierdas al que Pedro Sánchez metió en el Ejecutivo. Cataluña sigue siendo un problema, aunque el ambiente está más sosegado. Pero a fin de año, Aragonès dio un susto al líder socialista al anunciar que habrá consulta a lo largo de 2023.

Pocos años como 2022, con una convulsión política permanente. Con una circunstancia que perturbó la sociedad, no solo la política: una crisis institucional sin precedentes, con el Gobierno tomando posesión de los organismos más importantes del Estado y un bloqueo en la renovación del Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional que zanjó el Ejecutivo cambiando sobre la marcha las fórmulas de elección de los nuevos miembros. Finalmente cedió Pedro Sánchez una semana antes de que terminara el año, pero hará falta tiempo para que se recomponga el crédito de las instituciones.

Entre las que se mantiene firmes, la Corona, a pesar de las maniobras de los socios del Gobierno. Incluso del propio presidente, que no ha perdido la ocasión de hacer notorio su desapego a Don Felipe en actos públicos. El Rey, sin embargo, nunca mostró incomodidad ante sus faltas protocolarias y afianzó su papel con un discurso navideño propio de un hombre de Estado comprometido con los problemas de su país.

Problemas muy marcados por una crisis económica que no se conocía en décadas. Pedro Sánchez tomó medidas a final de año para paliar sus efectos, pero fue unánime la acusación del tinte electoralista de esos ajustes. El presidente del Gobierno decidió luchar contra esos sondeos regando a los españoles con ayudas y subvenciones para intentar recuperar el voto perdido.

A lo largo del año se han visto en el socialismo indignación y lealtades incondicionales, aparentemente más de lo primero que de lo segundo, según lo que indican esos sondeos. El declive de Sánchez va en paralelo con el auge del PP. La razón: en el mes de febrero se rebeló gran parte de la dirección del PP contra Pablo Casado y Teodoro García Egea cuando intentaron una operación para desacreditar a Isabel Díaz Ayuso e implicarla en un presunto caso de corrupción.

El propio núcleo del PP obligó a Pablo Casado a dejar la Presidencia del partido. Apenas un mes más tarde, un congreso eligió de forma entusiástica a Alberto Núñez Feijóo como nuevo líder, y se inició una etapa en la que aparecía como probable jefe del Ejecutivo una vez que se celebraran nuevas elecciones generales en 2023. 

Para ello, necesitaría el apoyo indispensable de Vox. Las relaciones entre los dos partidos no son fáciles, pero Feijóo procura no estirar demasiado la cuerda porque sabe que romper con Vox le puede cortar su camino a la Presidencia. Su objetivo es repetir el éxito de Juanma Moreno en Andalucía, con una inesperada mayoría absoluta que le permite gobernar sin hipotecas.

El gallego centra sus aspiraciones actuales en lograr un buen resultado en las elecciones de mayo. Habitualmente el partido que gana las autonómicas y municipales gana también las generales. El objetivo en Génova es hacerse con algún nuevo Gobierno regional así como el Ayuntamiento de nuevas ciudades.

En los últimos días ha crecido el optimismo en la sede de la calle Génova. Por los sondeos que manejan, encargados a diferentes empresas, y porque en Valencia se han producido noticias importantes que demostrarían que el PSOE se ha financiado de forma ilegal en esa región hace unos años. No afecta a Ximo Puig directamente, pero sí indirectamente, lo que preocupa enormemente al Partido Socialista. Valencia es hoy actualmente su joya de la corona, por su poder empresarial y por el importante número de escaños que aporta al Congreso de los Diputados.

 Vox también ha sufrido su propio calvario al perder a una de sus figuras más emblemáticas, Macarena Olona, que además podría estar pensando en crear su propia plataforma política. Y hay problemas muy graves en Ciudadanos, donde se ha roto la relación entre Inés Arrimadas y su mano derecha, Edmundo Bal. Llegaron al fin de año con las espadas en alto, un congreso de refundación en enero y tres candidaturas -a última hora se sumó una lista de afiliados-. Ciudadanos se puede convertir en partido extraparlamentario.

Tampoco son buenos tiempos para Podemos, con una profunda división interna y sondeos a la baja. El enfrentamiento entre Yolanda Díaz y sus dos compañeras de Gobierno, Ione Belarra e Irene Montero, es a muerte. Díaz ha creado una plataforma, Sumar, y cuenta con una imagen que no se corresponde con la escasa entidad de esa plataforma. No acaba de definirse, lo que enerva a Podemos. No sabe si intentará postularse como candidata de Podemos a la Presidencia de Gobierno, si apoyaría a Belarra o Montero en caso de que la candidata fuera una de ellas, o si pretende que Sumar se asiente desde fuera de Podemos.

Leyes mal planteadas

El PSOE está muy «tocado» por polémicas iniciativas del presidente del Ejecutivo, que ha hecho suyas todas las exigencias de sus socios más controvertidos, ERC y Bildu, y ha aprobado leyes como la de libertad sexual, la Ley Trans y sobre todo la reforma del Código Penal que elimina el delito de sedición y rebaja las condenas por malversación.

La aplicación de la ley trans, que Sánchez prometió enmendar pero se aprobó tal cual salió el texto del Ministerio de Igualdad, tuvo consecuencias muy malas para el Gobierno y para todos los españoles: docenas de violadores fueron favorecidos, y se teme que pueda ocurrir lo mismo cuando comienza a aplicarse la ley que rebaja las condenas por los delitos de malversación.

El clima para Pedro Sánchez es adverso. Se ha comprometido a tomar decisiones que nunca ha tomado, reformar lo que no reformó y enmendar lo que nunca enmendó. El nivel de su credibilidad es nulo, y eso perjudica al presidente, al Gobierno y a su partido.

Queda atrás un año excesivamente tenso, en el que Sánchez se ha convertido en un presidente maldito para un gran número de españoles, entre ellos militantes y votantes habituales del PSOE. Pero nadie se engaña: Sánchez ha remontado siempre que se le ha dado por vencido. Alberto Núñez Feijóo tendrá que esforzarse más que nunca para ganarle las elecciones.