Lo que nos espera

Pilar Cernuda
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Sánchez ha dado un evidente giro a la izquierda y propiciado un nuevo protagonismo de Podemos, mientras el PP sigue al alza tras su cambio de ciclo y el futuro de Vox es incierto

Lo que nos espera

La palabra aguanta todo, lo que importa son los hechos. La euforia que buscaba Pedro Sánchez la ha conseguido con promesas que alientan a quienes vivían en el pesimismo, pero la realidad suele ser dura y es significativa la prudencia con la que los expertos en cuestiones económicas han recibido los anuncios del presidente del Gobierno. Cuando no la alerta. Explican que habrá que esperar unos meses hasta conocer si efectivamente los anuncios se convierten en proyectos. Y, después, si esos proyectos van a levantar una España que en estos momentos se encuentra en una situación muy complicada. 

Nada que ver con lo que dicen los portavoces del PSOE y del Ejecutivo, que tergiversan los datos de creación de empleo, infravaloran las consecuencias de la inflación, y reparten subvenciones con fecha de caducidad. Por ejemplo, la bonificación al 100 por 100 de los viajes de cercanías y media distancia de Renfe, que solo estarán vigentes hasta fin de año. O sin explicitar las condiciones para las iniciativas que se han presentado con grandes titulares, como incrementar en 100 euros mensuales a los becados.

El papel, como se dice coloquialmente, lo aguanta todo. Igual que las promesas. Lo que importa son los cumplimientos. Lo saben muy bien los partidos socios o coaligados del Gabinete, que periódicamente piden la revisión de los pactos e incluso han creado comisiones de seguimiento, lo que demuestra la desconfianza, de unos y otros, hacia los acuerdos.

Ocurre ahora y ha ocurrido antes, cada vez que se produce un debate en el que se necesitan los apoyos de los socios, vuelven al primer plano las reivindicaciones. Por tanto, el espíritu con el que la izquierda ha vivido el Debate sobre el Estado de la Nación, y que ha dado alas a un Pedro Sánchez alicaído porque sumaba fracasos electorales en el que cada nueva convocatoria empeoraba los resultados anteriores mientras se incrementa el voto al PP desde que Feijóo accedió a la Presidencia, habrá que analizarlo dentro de seis meses, cuando ya podrá comprobar si el Gobierno cumple con lo que ha anunciado, si pone restricciones a las subvenciones prometidas o, lo más importante, si tiene razón cuando acusa de malévolos a quienes advierten que el incremento de impuestos a la banca y a las empresas energéticas repercutirán en el bolsillo de sus usuarios o clientes. 

Escepticismo

Es significativo que las entidades afectadas prefieran el silencio hasta conocer los detalles de la iniciativa del Gobierno. Pero que personas tan distintas como el presidente de la CEOE, el presidente del Gobierno de Castilla y León, Emiliano Page, socialista, o el exministro Josep Piqué, que ha presidido importantes entidades empresariales, expresen su reticencia, su escepticismo, lleva a la reflexión. Temen el deterioro de la economía española, la bajada de la inversión por la inseguridad jurídica española, y el encarecimiento del crédito coincidiendo con la subida del interés. 

En el plano político, hay aspectos del Debate del Estado de la Nación que han pasado más inadvertido que las Cuentas del Gobierno: la petición de ERC, BNG y Bildu de que se vuelva a la posición anterior del Gobierno respecto al Sahara, con el derecho a celebrar un referéndum de autodeterminación. O el anuncio de Bildu de que no renuncia a su objetivo de crear «una república independiente vasca». Como para fiarse de los socios. 

Nos esperan días de incertidumbre, muy marcados, muy condicionados, por la situación económica derivada de las propuestas que ha anunciado Pedro Sánchez en el Debate. Pero si el futuro lo marca incuestionablemente la economía, que garantiza o no la supervivencia de un país y de sus habitantes, un sector importante de los españoles está muy pendiente también de la deriva política. Entre otras razones, porque las medidas económicas las decide el Ejecutivo, y en España se ha sufrido en las últimas décadas crisis económicas brutales de gobiernos socialistas, que tuvieron que afrontar gobiernos del PP para sacarnos del hoyo. Una vez superada la crisis, la urgencia, los ciudadanos votaban nuevamente al PSOE … y vuelta a empezar con las desgracias. 

El debate parlamentario de esta semana ha dejado certezas políticas: un evidente giro de Pedro Sánchez más a la izquierda, aparente cambio de ciclo con el PP como partido creciente, también aparente nuevo protagonismo de Podemos que explica el giro de Sánchez hacia la extrema izquierda, e incertidumbre sobre cómo acabará Vox, que hace apenas dos meses era un partido muy en alza y en las elecciones en Andalucía se ha visto obligado a reflexionar sobre su estrategia.

Los pronósticos

En ese futuro condicionado por la situación económica, que el Gobierno aguarda con optimismo convencido de que sus propuestas aliviarán la negritud actual y además cuenta con fondos europeos que ayudarán a paliar los efectos de la inflación y de los problemas energéticos derivados d ela guerra de Ucrania, hay certezas. O al menos coincidencias en la apreciación de observadores de diferentes sectores profesionales. Más fiables siempre que los pronósticos que difunden los partidos, que suelen barrer para casa.

Entre esas coincidencias se da por seguro que Ciudadanos no podrá remontar a no ser que a corto plazo, a corto y no a medio, llegue a algún tipo de colaboración o incluso integración en el PP. También se asienta la idea de que si Feijóo quiere gobernar en algún momento se verá obligado a algún tipo de acuerdo con Vox; pero este partido perderá fuelle y no podrá hablar con el PP desde la prepotencia con la que se ha manifestado hasta la noche electoral andaluza. 

Hay datos que indican que en la dirección del PP asumen que no pueden seguir a cara de perro con Vox. Esta semana, Macarena Olona ha acudido al parlamento andaluz dejando en casa su habitual tono hiriente y cargada de sonrisas. Juanma Moreno por su parte ha ofrecido a Vox la tercera vicepresidencia del parlamento andaluz. No es un cargo con peso político, pero sí un importante gesto hacia la mejora de relaciones. Que, hay que insistir en el hecho electoral andaluz, Vox ya no está en condiciones de plantearlas con condiciones, exigencias y baladronadas como hacen algunos de sus dirigentes, sino desde la humildad. 

Feijóo ha dado una pista en ese sentido, al advertir que quiere entablar conversaciones -que no negociaciones- con todo el arco parlamentario excepto con Bildu. Todo un dato: fuera la imagen de un PP empeñado en no dialogar con quienes no piensen como ellos. Eso significa que hablará con los independentistas. Y que pueden producirse novedades con el PNV, porque Feijóo mantiene una relación cordial con ese partido que, se está viendo, empieza a expresar su disconformidad con Sánchez -lo hizo Ortúzar en el Debate sobre el estado de la Nación- porque además de dudar de la eficacia de sus medidas económicas, cree que está normalizando a Bildu como partido democrático, y ayudando así a que pueda alcanzar su objetivo de gobernar Euskadi.

¿Y Podemos? Después de tiempos amargos, con crisis internas, deserciones y desencanto, sobrevive. ¿Y Yolanda Díaz? Pues aparentemente ( todo ahora es aparentemente) es el personaje que sale más perjudicado del giro de Sánchez hacia más izquierda, porque era el espacio que precisamente trataba de ocupar la vicepresidenta segunda con su plataforma Sumar.

Hace solo una semana, Yolanda Díaz era la estrella política. Le ha durado pocos días. Lo que demuestra que, en política, hay que andarse con cuidado a la hora de adelantar acontecimientos o dar algo por seguro.