De 'patito feo' a arma letal

G.Fernández (SPC)
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El submarino S-81 se hizo famoso porque no flotaba. Ahora, una vez rediseñado, se ha convertido en la joya de la Armada española

El nuevo submarino S-81, bautizado como Isaac Peral, realizó hace pocos días su primera navegación en superficie. - Foto: EFE

El submarino S-81 Isaac Peral salió al mar a probarse hace poco más de una semana después de una larga odisea de 17 años. Comenzó su construcción en 2005 con un proyecto cien por cien español y con la aureola de que iba a convertirse en el orgullo patrio de las profundidades. Sin embargo, una revisión técnica detectó problemas preocupantes relacionados con el balance de pesos de la nave. La realidad era simple. Pesaba mucho, demasiado. En concreto, 75 toneladas de más comprometían su flotabilidad. 

El fallo de diseño trascendió y las chanzas se sucedieron. Algunas, incluso crueles. El asunto adquirió tal calado que acabó llegando al Parlamento. Gaspar Llamazares, sucesor de Julio Anguita en Izquierda Unida, presentó en el Congreso una pregunta dirigida al Gobierno sobre los problemas del submarino. En su introducción, no dudó en colar una cita del fallecido humorista Miguel Gila para ahondar en la guasa: «De color bien, pero no flota».

El Isaac Peral ya era el patito feo de la Armada. Había que hacer algo porque la empresa era de mucha envergadura. El contrato global con Navantia Cartagena para fabricar el S-81 y otros tres más, hermanos gemelos, estaba tasado en cerca de 1.800 millones de euros. Su fecha de nacimiento estaba prevista para 2011, pero la crisis económica y sus dificultades para flotar ralentizaron todo este ambicioso plan para colocar a la Armada española a la vanguardia. 

Rediseñar la embarcación le costó a Navantia casi dos años de revisión de planos y piezas. En 2013 se decidió hacerlo crecer en siete metros para que pudiese asumir el peso extra. El arreglo no salió gratis. Costó 14 millones de euros. Cantidad a la que hubo que sumar también el resto de cambios en los otros tres submarinos previstos. La factura subió enteonces a 2.135 millones de euros.

Pero las complicaciones aún no habían terminado. Y el gasto tampoco acabó ahí. El submarino era ahora más largo y no entraba en el muelle de pruebas. Hubo que ampliar la instalación y sumar nuevos gastos. Al final los cuatro sumergibles costarán algo más de 3.900 millones de euros. El denominado Programa S80 prevé construir cuatro naves de estas características, que serán las únicas de la OTAN con capacidad para lanzar misiles de ataque a tierra. 

Un hito naval

El S-81 es el primero de esta familia de ilustres. La construcción de estos sofisticados batiscafos supone un hito de la ingeniería naval española, que se coloca a la vanguardia en la fabricación de submarinos no nucleares, compitiendo con Rusia, China, EEUU, Alemania o Corea del Sur.

«Solo una nave espacial supera en complejidad a la construcción de un submarino como el S-81», afirma con orgullo Germán Romero, jefe de ingeniería del astillero de Cartagena de Navantia. Está claro: el patito feo se ha convertido ahora en la joya de la Armada nacional. 

De hecho, se le considera como la nave más moderna, letal y sigilosa de la Marina española. «El Isaac Peral es el submarino convencional no nuclear más avanzado del mundo», se ufanan en subrayar los «padres» del proyecto. «Su capacidad de combate es realmente excepcional», añaden.

Los submarinos de la clase S-80 deberán hacer frente, tanto en el océano Atlántico como en el mar Mediterráneo, «a las amenazas de campos minados, buques de superficie con sonares activos y pasivos, aeronaves antisubmarinas, con radar, sonoboyas activas y pasivas y sonar calable y a submarinos nucleares y convencionales de diseño avanzado».

Esta es la descripción que desde el Ministerio de Defensa se hace de las misiones que deberá afrontar el nuevo S-81, un proyecto que ya se encuentra en su recta final, y cuyos principales objetivos son además la guerra naval especial, la salvaguarda de una fuerza desembarcada, la protección de una fuerza naval y también la disuasión.