Un pueblo condenado

Agencias-SPC
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Históricamente perseguidos por los países donde residen, el hostigamiento de Turquía sobre los kurdos va en aumento y la situación es cada vez peor en territorios como Irak, Irán o Siria

Un pueblo condenado - Foto: EFE/EPA/GAILAN HAJI

Considerados el mayor pueblo sin Estado del mundo, los kurdos han sido históricamente perseguidos por los países en los que residen debido a sus ansias independentistas. Hoy, sus comunidades en Irán, Irak y Siria son el foco de campañas simultáneas con diferentes causas, pero raíces comunes.

En los últimos días, Turquía ha lanzado una oleada de ataques contra las fuerzas kurdosirias tras acusarlas de un atentado mortal en Estambul, en una nueva arremetida contra unos grupos que ve como una extensión de la guerrilla kurda contra la que se enfrenta en su suelo desde hace décadas, pero al otro lado de la frontera.

Otro reciente desarrollo que involucra a esta etnia con más de 30 millones de miembros repartidos por cinco países son las protestas que sacuden Irán desde la muerte en septiembre de la joven kurda Masha Amini. Y es que el sismo de esas movilizaciones también ha sacudido a los grupos kurdoiraníes en el norte de Irak, cuyas bases están siendo atacadas por la Guardia Revolucionaria persa.

En el último siglo, los kurdos han sufrido todo tipo de agresiones, desde las masacres a manos del dictador iraquí Sadam Husein hasta las más recientes campañas militares por parte de Turquía, Siria e Irán, países que no quieren comprometer su integridad territorial ante el anhelo de independencia de esta etnia. Precisamente, el deseo de formar un Estado -que les fue negado con el dibujo de las fronteras de Turquía tras la disolución del Imperio Otomano- es una de las pocas cosas que les mantienen unidos, junto a la identidad, la cultura y las diferentes variantes de su lengua: el kurdo.

En la actualidad, se reparten en cuatro territorios, principalmente en el sureste de Turquía, donde son duramente perseguidos a pesar de conformar alrededor del 20 por ciento de la población de este país de 85 millones de habitantes. El resto de la etnia está asentada en el Kurdistán iraquí, en el iraní, y en Rojava, denominada también Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (Aanes).

Tras décadas de conflicto, persecución y masacres, los kurdoiraquíes gozan de libertades y derechos inexistentes en el resto de países. De hecho, la Constitución reconoce el Kurdistán como una región autónoma, determina que su capital es Erbil y capacita a su Parlamento regional para que apruebe leyes.

Los combatientes kurdoiraquíes, conocidos como peshmerga, lideraron la campaña contra el Estado Islámico en el norte de Irak y fueron uno de los principales aliados de Estados Unidos. Sin embargo, la fractura con Bagdad no se ha acabado de sanar, sobre todo por las malas relaciones entre el Kurdistán y Turquía, principal verdugo de los kurdos pero al que Erbil permite que mantenga una treintena de bases militares en su territorio. Además, Irán ha intensificado sus bombardeos en la zona al considerar que estos grupos son «terroristas» que organizan las protestas que sacuden a la nación persa. 

Sin amigos

En Siria, la Aanes, constituida en 2008, agrupa diversas áreas del norte y este del país arrebatadas al Estado Islámico. Y, si bien es una administración liderada por kurdos, se basa en la convivencia de una miríada de grupos religiosos y etnias.

Como ocurre con Ankara y Teherán, el Gobierno de Damasco se opone a las autoridades kurdas, aunque ha accedido a colaborar con ellas para hacer frente común a Turquía, valedora de la oposición siria y quien amenaza con lanzar una ofensiva contra áreas de la Aanes.

Algunos componentes de la autoproclamada administración autónoma, principalmente las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), que actúan como un órgano de seguridad en su territorio, son consideradas terroristas por el Turquía.

Las fuerzas kurdosirias son un importante aliado de la coalición internacional liderada por EEUU que lucha contra el EI en Siria e Irak, pero acusan a Washington de inacción a la hora de frenar la «agresión turca», como ya ocurrió en la última ofensiva turca de 2019.

El gran castigador

Por su parte, los kurdos de Irán experimentaron la independencia al declarar entre 1946 y 1947 la república de Mahabad, un sueño efímero que quedó aplastado por las tropas persas pero que se mantiene vivo en parte de la población, que desde entonces ha vivido una gran represión. Esto se ha traducido también en el exilio de miles de personas, puesto que las actividades políticas de grupos contrarios a la República Islámica están prohibidos y sus miembros expuestos a arresto, tortura o asesinato.

Las protestas por la muerte de Masha Amini han puesto el foco nuevamente en los kurdos de Irán, que están siendo objetivo una vez más de la furia de los ayatolás tanto dentro como fuera del país.

La represión contra esta minoría es uno de los puntos que unen a Irán y Turquía, vecinos no siempre amistosos pero siempre dispuestos a colaborar en lo que signifique mantener a raya a esta minoría.