Doscientos años de crónica negra

Maricruz Sánchez (SPC)
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Eladio Romero y Alberto de Frutos se sumergen en la oscuridad de los 30 casos que más conmocionaron a la sociedad española de la mano de 'En la escena del crimen'

Doscientos años de crónica negra

La historia de un país no solo es el resumen de sus acontecimientos políticos, económicos y sociales más significativos, sino también el de sus crímenes. Un relato en el que asesinos y víctimas se convierten en el reflejo de la época y las gentes que los protagonizaron, hilvanando esa especie de cara B de la realidad nacional, la más ocura y bien llamada crónica negra, que ha dejado un legado único en las hemerotecas.

El doctor en Historia por la Universidad de Barcelona Eladio Romero y el periodista y escritor Alberto de Frutos están ya acostumbrados a sumergirse en la ardua documentación de estos archivos literarios y gráficos. Ya lo hicieron con su primer proyecto en común, 30 paisajes de la Guerra Civil (Larousse), publicado en 2020, y lo vuelven a hacer ahora de la mano de En la escena del crímen (Larousse). La crónica detallada de los sucesos que conmocionaron y dejaron una impronta singular en la España de los últimos dos siglos, aderezada con datos, informes, dibujos e imágenes. 

Para elaborar esta recopilación de 30 casos singulares cuidadosamente redactados, Romero y De Frutos repasaron prácticamente toda la colección de publicaciones sobre dicha temática, desde la pionera Los sucesos. Semanario ilustrado a la más postrera y significativa del sector, El Caso. 

«Eladio y yo nos embarcamos en esta nueva aventura conservando los mimbres de la obra precedente -en cuanto a estética y estructura-, pero con una temática completamente distinta. ¿Por qué los crímenes? Porque a los dos nos encanta la crónica negra y porque, a juzgar por el interés popular por las noticias de sucesos, no somos los únicos. Cuando completamos el índice y empezamos a teclear, entendimos que reconstruir estos hechos de sangre era una manera, tan válida como cualquier otra», sostiene De Frutos. 

El que fue redactor jefe de la popular revista Historia de la Iberia Vieja está convencido de que la crónica negra de un país «es una cara B que se superpone a la A, es decir, suena a la vez que ella». Y es que, sostiene, «todos hospedamos a un Mr Hyde en nuestro interior, y quizá ahí radique el mayor interés por el género. Normalmente, somos testigos -lectores o espectadores-, pero hace falta muy poco para convertirnos en protagonistas de un suceso de este tipo».

«Eso, desde un punto de vista psicológico. Y, desde una perspectiva académica, ningún enfoque es baladí para reflexionar sobre nuestro pasado: cómo vestimos, cómo jugamos o, por qué no, cómo matamos…», añade.

Desde el punto de vista de este autor, la materia de los reporteros era y es la inmediatez. «Por eso a veces se cometen errores y se peca de falta de perspectiva, pero, en el otro platillo de la balanza, pesa más la frescura, la fotografía en bruto de un instante. Luego, con esa biblioteca urgente como base, incorporamos un sinfín de ensayos, interpretaciones de otros autores, textos literarios, recreaciones cinematográficas…, y el resultado es En la escena del crimen, un libro coral, poliédrico, diferente», afirma.

Así, este relato oscuro se inicia en los tiempos en que la tuberculosis causaba estragos entre la población española. Empezó a circular entonces la falsa creencia de que se podía combatir ingiriendo sangre de niños recién fallecidos. Eso dio lugar a asesinatos como los ocurridos en Vitoria y Gádor (Almería), de los que surgió la figura de los temidos sacamantecas

El tema de los asesinos en serie también aparece en la obra, reflejado a través de Manuel Blanco Romasante, el famoso hombre lobo, (1844-1852) o de casos más recientes como los de Manuel Delgado Villegas, el Arropiero (1964-1971), y Francisco García Escalero, el Matamendigos (1987). 

Otra parte importante la ocupan los crímenes que permanecen sin resolver o con sentencias judiciales que han dejado demasiadas dudas. Entre los primeros destaca el asesinato de las hermanas estanqueras en Sevilla (1952) o las misteriosas muertes en la playa de Mazarrón (1956), que en su día hicieron correr ríos de tinta. 

Entre los segundos, que pese al tiempo transcurrido continúan inspirando películas, series y libros, resaltan el asesinato de Carmen Broto (1949) o la extraña muerte de Enriqueta Martí, la Vampira de Barcelona (1912).

Muy mediáticos

Si existe un crimen prodigio en cuanto a las irregularidades en su investigación, tanto a nivel policial como judicial, ese es el de los marqueses de Urquijo. El asesinato más mediático desde la llegada de la democracia se saldó con solo un condenado que, además, se suicidó en prisión. 

De este modo, para De Frutos, «quien diga que el crimen perfecto no existe, está mintiendo, aunque, por lo general, esa perfección se beneficia de fallos en la investigación que permiten que el criminal se vaya de rositas. Lo peor es cuando un caso se cierra en falso o la Justicia se equivoca al condenar a un reo, como pudo suceder en el crimen de Cuenca que, en realidad, no existió. Ahora es más difícil llegar a esos extremos pero no imposible, y una de las razones es que confiamos demasiado en los juicios paralelos»

Por eso, este periodista lanza una reflexión final: «Los crímenes no son un circo y no todo vale para reventar la tirada o subir la audiencia. Que investiguen los que tienen que investigar, que nosotros bastante tenemos con contarlo».