En el 'arte' de la emigración

Diego Izco (SPC)
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Es posible que las reglas del fútbol hayan cambiado. Y no tanto lo relativo a los cinco cambios, las pausas de hidratación, la ridiculez del 'dejen seguir' un fuera de juego evidente y demás nimiedades; es posible que cada vez más veamos cómo los entrenadores dejan los proyectos a mitad de temporada porque tienen una mejor oferta sobre la mesa. 

Lo que ha sucedido con el triángulo Aston Villa-Emery-Villarreal responde a una pregunta que hace tiempo está sobre la mesa: ¿por qué un equipo que despide a un entrenador tiene que recurrir a uno de los que está en el paro? Quiero corregir la marcha del club, mejorar, y se supone que los 'mejores' son precisamente quienes ya tienen equipo y están entrenando. ¿Por qué no ir a por uno de ellos si tengo el dinero necesario y la oferta es buena?   

Se diría que Emery tiene el mismo derecho que cualquiera a cambiar de trabajo. Los técnicos no están 'legislados' en este sentido, así como los jugadores: no hay mercados de invierno o verano. Así como pueden ser despedidos en cualquier momento de la temporada, también pueden ser contratados. Y emigrar adonde está el dinero tiene cierto arte. «Cuando se presentan las oportunidades, hay que cogerlas», resumió el entrenador en su despedida.   

La trayectoria

Unai Emery será el sustituto de Steven Gerrard en el Aston Villa y será su noveno banquillo en 19 años. La apuesta de los 'villanos' es sobria: el guipuzcoano, pura pasión, es sinónimo de éxito. Resulta imposible desligarlo de la élite sin analizar sus comienzos, con aquel doble ascenso que le llevó a lo más alto con apenas 35 años. Primero con el Lorca (de Segunda B a Segunda) y después con el Almería (de Segunda a Primera), circunstancias que le llevaron al Valencia. 

Aunque no conectó con la afición, logró que el equipo disputase las cuatro temporadas competición europea (tres de ellas Liga de Campeones) y se situó tres años a la sombra de los imparables Madrid y Barça. Incomprensiblemente, no renovó tras la 11/12 (habiendo llegado a semifinales de la Liga Europa) y puso rumbo a Moscú para echar su único borrón en dos décadas de carrera: fue despedido del banquillo del Spartak tras dos meses. 

Corrigió el rumbo en Sevilla, donde levantó tres Europa League consecutivas… y llamó la atención de los grandes mercados: el PSG puso su monstruoso proyecto en sus manos. Y aunque el Mónaco del imberbe Mbappé le quitó su primera Liga, conquistó la segunda (ya con Mbappé y Neymar en sus filas), que ganó con 13 puntos de ventaja sobre los monegascos. 

El Arsenal (temporada y media, con un subcampeonato de la Europa League) fue su siguiente parada antes de volver a LaLiga de la mano del Villarreal, donde ha firmado dos campañas y media gloriosas: campeón de la Europa League en la agonía de los 22 penaltis ante el United y el consiguiente billete para la Champions… en la que alcanzó las semifinales hundiendo a transatlánticos como el Bayern y haciendo sudar la gota gorda al Liverpool en el penúltimo partido. 

Queda en el aire la duda de por qué el 15º clasificado de la Premier League, un equipo que no ha ganado un título en más de cuatro décadas, puede birlarle con semejante facilidad un entrenador al séptimo de LaLiga en plena competición. Y la respuesta abordaría la inmensa brecha del reparto económico en España, comparada con la política de reparto igualitario entre clubes de la Premier, y esto entroncaría con la polémica de la Ley del Deporte, el sueño de Madrid y Barça de crear y jugar una Superliga… Pero eso ya son otros debates. Emery, a lo suyo.