«Fue descubrimiento y fue español». A pesar de que reconocía que esta afirmación «obvia» referida al proceso que se inició con la llegada de Cristóbal Colón a América, «no deja de parecer sorprendente y hasta peligroso el hacerla en muchos lugares e incluso ser tachada de provocación y exponerse de inmediato al insulto», el periodista y escritor Antonio Pérez Henares captó la atención de todos los asistentes en su discurso de ingreso en la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras, que tuvo lugar ayer en la Facultad de Medicina de Cádiz.
Pérez Henares, que actualmente es colaborador habitual del Grupo Promecal, fue muy directo en todo su discurso, en el que trató de mirar esa otra cara de la leyenda negra que nos persigue y que los propios españoles alimentamos.
Y esa frase, en un momento en el que muchos tratan de renegar del papel que se jugó en América, la argumentó diciendo que «no hay otra manera de nombrarlo y por doble razón. Ni nosotros, ni nadie en el mundo hasta entonces conocido y conectado, Europa, Asia y parte de África sabíamos que aquello estaba allí. Tampoco quienes allí moraban suponían siquiera de la existencia, más allá de mitos divinos, de otros mundos y otros humanos». De hecho, el título de su discurso de ingreso fue El día que cambió al mundo.
Pérez Henares dejó claro que «lo que entonces, y de manera incuestionable, hizo España, su aportación gigantesca, fue decirle al mundo que era el doble de lo que se pensaba».
Entre otras muchas cosas, es «algo por lo que deberíamos, según nos exigen con gritos y clamores tanto enemigos externos como los aún, más enconados si cabe, detractores internos, estar pidiendo, de la mañana a la noche, y por la noche velar y suplicarlo también, perdón».
Lamentó que aquella fecha de 1492, junto a las otras que llegaron aparejadas, «sea denostada». Sin embargo, se reafirmó que «fue descubrimiento, fue exploración y fue conquista. Las cosas por su nombre. Pues conquista, como la romana hace dos milenios y la musulmana ocho siglos atrás, fue y a eso fueron unos y otros, sin duda ni rubor».
Eso sí, dijo que también hubo «hechos de enorme crueldad. Canallas y crímenes hubo. Que fueron, recordemos, antes que nadie denunciados, juzgados y, en no pocas ocasiones, condenados por no pocos de los que fueron con ellos, la justicia y las leyes de la Corona».
El escritor alcarreño trató de explicar que es imposible juzgar los hechos de aquella época con los ojos de ahora: «Ni la acción de los reinos ni de las personas pueden ser contempladas y aún menos juzgadas a la luz de las doctrinas o, quizás mejor dicho, de las modas de nuestro momento actual, sino atendiendo a la escala de valores asumida como correcta por la sociedad de aquel tiempo».
El nuevo académico señaló que hay una serie de características diferenciadoras de lo que serían los imperios coloniales posteriores: «De principio, nunca quiso ser tal, sino convertir a lo descubierto y dominado en parte de sí mismo». Básicamente, «lo que España quiso hacer fue replicar otra España al otro lado del Océano».
Y se destacó por «la consideración de los indígenas como súbditos de la corona española y los matrimonios interraciales». Y por ello, la reina Isabel afeó a Colón que tras su segundo viaje y al comprobar que había traído indígenas como esclavos, «porque como tales súbditos, no podían ser esclavos».
Eso sí, hubo excesos porque solo podían ser esclavizados si combatían contra los españoles. Y ahí surgieron varios personajes viles como Beltrán Nuño de Guzmán. Pérez Henares mantiene que «el terrorífico exterminio masivo» tuvo lugar en épocas mucho más recientes, en siglos posteriores. Y para ello puso los ejemplos de Estados Unidos, Chile o Argentina, donde prácticamente acabaron con las poblaciones indígenas: «Pero ya saben que los campeones mundiales del genocidio son los conquistadores españoles».
Mestizaje
Durante la dominación española uno de los principales legados fue el mestizaje y mantiene el periodista que ese continente tuvo los mejores momentos de su historia cuando caminó junto a España: «El tópico de un territorio atrasado y deprimido es de una falsedad escandalosa».
Y de ahí enlazó con nuestro propio derrotismo histórico. Así, señaló que «ignorancia primero, tergiversación añadida, prejuicio con sentencia previa de culpabilidad y desguace a hachazos son los responsables de haber convertido a la Historia de España en la apestada del orbe, a juicio no precisamente del resto del mundo, sino de buena parte de los propios españoles. Porque resulta que somos nosotros los únicos capaces de seguir creyendo a pie juntillas la propaganda mantenida y ancestral de nuestros adversarios, nuestra propia leyenda negra».
Y aquí es donde fue incrementando la dureza en su discurso al decir que «lo que ha venido a establecerse es que todo nuestro pasado es facha». En este sentido, lamentó que «España, la nación con la Historia, quizás más rica, épica y asombrosa de la tierra, vive bajo la creencia de que debe avergonzarse de ella».
Y por todo ello se mostró muy crítico con que «los españoles no solo estamos en la cabeza de los crédulos de nuestra propia leyenda negra, sino que la enseñamos en las escuelas y la convertimos en santo y seña del progresismo en las cátedras universitarias».
Pero, a pesar de ello, «y quizás debido a ese acoso, a esa contumacia en la ofensa y el menosprecio, algo está sucediendo, algo se ha despertado y se levanta. Los españoles quieren saber sobre sí mismos, quieren reconciliarse con lo que fueron, con los hechos de sus antepasados, quieren reencontrarse con España y reconocerse en ella, no en la avergonzada caricatura de país en la que se ha pretendido estabularles. Eso está pasando».
Una vez que Antonio Pérez Henares ingresó, la presidenta de la Real Academia Hispanoamericana, Felicidad Rodríguez, se congratuló de la incorporación de un periodista, que no es algo muy habitual.