Un bloque en peligro

M.R.Y. (SPC)
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La UE se enfrenta al mayor desafío desde su creación con una patente división entre Norte y Sur

Un bloque enpeligro

Sin haber concluido el proceso de divorcio del Reino Unido -del que no se descarta que el período de transición, cuyo final estaba previsto para diciembre, se alargue hasta mediados del año que viene-, la Unión Europea vuelve a estar contra las cuerdas. Y esta vez, no es solo un socio el que pone en jaque la unidad del bloque comunitario: es una cada vez más profunda división entre los Estados del norte y del sur del continente. 

Ni la crisis económica de 2008 ni la migratoria de 2015 dejaron tan en jaque el futuro de la UE. Entonces, también hubo serias diferencias entre los países septentrionales y los meridionales, que vivieron una incidencia muy distinta de ambas situaciones. Pero la respuesta a la actual crisis sanitaria, que ha puesto en alerta a todo el planeta, podría desembocar en una ruptura que hasta ahora se ha sabido esquivar.

Después de medio siglo marcado por la depresión económica de 1929 y las dos Guerras Mundiales, la Unión Europea nació a través del Tratado de Roma, en 1957, como una herramienta de cooperación supranacional a la que se han ido sumando -y también restando- diferentes países del Viejo Continente. 

Sin embargo, esa cooperación entre Estados es la principal carencia que achacan en la actualidad los países del Sur a sus vecinos del Norte en la falta de consenso sobre la creación de unos coronabonos que ayuden a los países más afectados por el COVID-19 a hacer frente a la crisis económica que dejará la pandemia a su paso. 

Si bien el Eurogrupo alcanzó el pasado jueves un acuerdo para destinar más de medio billón de euros a paliar la crisis, se trata de un parche temporal. España, Italia y Francia insisten en la necesidad de que el bloque se dote de un «fondo común» para financiar e impulsar la recuperación de todas las economías de los Veintisiete, pero Alemania, Austria y Holanda, entre otros, se oponen.

Las razones del rechazo, alegan, es la «mutualización de la deuda»; es decir, los coronabonos cuentan con la garantía común de todos los países de la UE y el tipo de interés se emite más barato. Además, al ser una emisión conjunta, no aumenta la deuda pública de cada país. Pero esto implica que el riesgo de pérdida es compartido por los 27 Estados.

Los países más endeudados del bloque son, precisamente, los más afectados por el coronavirus y también los más interesados en que se cree ese mecanismo de financiación. Sus dirigentes políticos no dejan de reclamar la «solidaridad» entre socios. Sin embargo, sus colegas han vuelto a cargar contra los «derrochadores» y rechazan lo que consideran una «transferencia permanente» de los más ahorradores a los más débiles. Por eso mismo, apelan a los créditos del MEDE, que conllevan un grave perjuicio a los más endeudados: más déficit y más austeridad.

Las diferencias parecen insostenibles y países como Italia no descartan seguir los pasos del Reino Unido y plantear un referéndum sobre la permanencia en la UE, habida cuenta de que estar en el bloque no trae beneficios, según los más euroescépticos. Desde Francia, su ministro de Economía, Bruno Le Maire, no dudó en alertar de que «está en juego» la unidad y la supervivencia del proyecto europeo. Y la canciller alemana, Angela Merkel, también se mostró estos días pesimista, al manifestar que «la UE se enfrenta a su mayor reto» desde que se creó.

Todos apelan al mantra de cuanto mejor esté Europa, mejor estaremos todos, pero lo cierto es que unos están mejor que otros. Y eso puede hacer mella en un futuro no muy lejano.