La COVID de Sánchez lo ha infectado todo

Carlos Dávila
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El Gobierno social comunista utiliza todas las instituciones para cargar contra sus rivales y mantenerse en el poder, lo que atenta contra la obra de la Transición

El presidente, durante un mitin en favor de su candidato en la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo. - Foto: Alejandro Martí­nez Vélez EP

Un número de la Guardia Civil, cuyo destino no descubro porque sería de inmediato arrestado y penado, lamentaba en el alma hace unos días la imagen de su directora general (da igual su nombre, mejor es ignorarlo) participando en un mitin del PSOE en el que menudearon los ataques a los partidos de la oposición, singularmente al PP al que su jefe, Marlaska, acusó de «organización criminal».  «Es la primera vez en la Historia -decía el agente- en que nuestro Cuerpo ha dejado de ser neutral, institucional, de todos los españoles». «Pues, ¿qué creían ustedes?», le replicó este cronista que, además, añadió: «¿Creían que les iban a respetar, que ustedes iban a quedar indemnes de la infección masiva a que está sometida España entera?». No es necesario aclarar que esta pregunta  no afectaba a la tremenda pandemia vírica que aún nos asola. En el día que contamos, se había sabido que el Gobierno, en otra pirueta indecente, había aprovechado el BOE para, también, arrear un mamporro indecente al PP en la exposición de motivos de una ley del no se sabe qué. El proyecto se publicaba tildando al principal grupo de la oposición de todos los errores e irregularidades posibles. El asunto revestía aún más gravedad teniendo en cuenta que la norma en cuestión estaba suscrita por el propio Rey. Es decir, que el Gobierno social leninista de la nación comprometía a Felipe VI en unos dicterios incompatibles con su independencia. Algo monstruoso desde el punto de vista institucional y democrático.

Estas que se incluyen en esta crónica podrían ser las últimas fechorías perpetradas por la coyunda de ultraizquierda que nos gobierna, o cosa así. Pero no son las últimas: el episodio de la navaja ensangrentada de la ministra Maroto, una desconocida para el público en general, marca la capacidad de estos políticos, los del PSOE y los de Podemos y su cohorte estalinista, para infectarlo todo con las más sucias artimañas que puedan reconocerse. Un resumen sintético del episodio mencionado revela que el pobre enfermo de esquizofrenia de El Escorial (un sujeto escorado de toda racionalidad por sus múltiples obsesiones) envió la carta navajera un jueves, que el Ministerio correspondiente la recibió el viernes, que los responsables del Gobierno la guardaron, sabiendo incluso su procedencia, hasta el lunes siguiente, y que ese día Maroto, ayudada por la portavoz Lastra y la vicepresidenta Díaz, expusieron la carta como obra inequívoca de la criminal tendencia del fascismo ultraderechista de VOX. Un montaje burdo y cutre como no se recuerda.

Lo es. Pero se trata de algo más; es una prueba palmaria de hasta dónde pueden llegar unos administradores públicos en su persecución a los oponentes. Ya no queda en nuestro país entidad, grupo o persona cualificada que no haya sido tocada por la intromisión dolosa de nuestros gobernantes. Del Rey abajo nadie se ha librado de la voracidad liberticida de Sánchez y compañía. A Felipe VI se le degrada en el ninguneo y se le hace firmar una ley en contra de un partido legal; al Constitucional se le utiliza para fines espurios gracias, además de la connivencia, de un inane presidente; al Supremo se le impide nombrar a sus jueces; a la Fiscalía se la somete hasta convertirla en un negociado del Ministerio de Justicia; a los medios de comunicación independientes se les atraca con una vigilancia amenazadora propia de la Albania de los 70; al Parlamento se le ahorma para, dormido como se encuentra, se convierta solo en una franquicia del Ejecutivo; y al país en general se le sigue fiscalizando bajo un régimen de alerta que es el que mejor resulta para los planes totalitarios del Gobierno social leninista.

Ya no queda nada por abordar, sitiar y dominar. La democracia en España y en esta situación parece más una ficción que una realidad indiscutible. En esta campaña de Madrid que ya termina afortunadamente, se están constatando todas estas miserias hasta el punto de que la confrontación agresiva ha sustituido con desventaja al contraste político imprescindible. No es extraño que Ayuso, la presunta ganadora en las elecciones del próximo martes, haya plasmado todos sus argumentos en un lema que ha hecho gracia: Comunismo o libertad. Eso es precisamente lo que está en juego en una situación en la que a un partido de derecha neta, Vox, se le  imputan actitudes violentas y a otro, Podemos, que amenaza y además se hace cómplice de los peores regímenes de la Historia, se le permite hacer pedagogía de una democracia en la que, según tiene declarado, ni siquiera cree. Una anomalía inconcebible.

 

Propaganda del régimen

Quien piense que las elecciones de la semana que viene no deben tener trascendencia en el resto de España es que ha caído en la trampa permanente tendida por el social leninismo. Ese día puede comenzar a instalarse la certeza de que este régimen instalado por Sánchez y sus secuaces, por ejemplo, de la Bildu etarra, puede ser perfectamente enterrado donde corresponde, o sea, en las urnas. La propaganda del régimen descrito incide en que una cosa es Madrid y otra España. Falso. Casi siempre transitan en la misma dirección. 

Sánchez y su cuadrilla de propagandistas tóxicos lo han infectado todo. Ya hemos narrado líneas arriba qué queda de aquel bonito proyecto que alimentó nuestra Transición. Por lo menos, está en almoneda. De seguir así, lo más probable es que no quede de él piedra sobre piedra. Es lo que se está intentado. Por eso estas elecciones tienen que ser seguidas en toda España, desde luego en esta comunidad autónoma, con sumo interés. 

Puede ocurrir que el efecto Ayuso, si se consagra en los márgenes que se prevén, arrastre a otros efectos regionales muy característicos.  Sin ir más lejos el de Castilla y León, donde se atisban muy similares perfiles a los que parecen que van a llevar al centro derecha español a una victoria prácticamente sin antecedentes. 

Lo que se juega, ya se ve, no es poca cosa, pero se puede reducir a esto: impedir el latrocinio político que está perpetrando la conjunción social comunista termine por anclarse. No es poca cosa la que está, como el NO-DO antiguo al servicio de todos españoles.