"En Irán las mujeres son consideradas de segunda categoría"

Juana Samanes
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Amante de la cultura. Este trabajo cinematográfico surgió por la larga relación que tenía el periodista con Irán, con su literatura, su poesía y su cine

"En Irán las mujeres son consideradas de segunda categoría" - Foto: Quique García

Durante tres décadas, el periodista y crítico de cine Javier Tolentino ha trabajado en los micrófonos de RNE y, desde comienzos de este siglo, ha dirigido el programa de cine de autor El séptimo vicio. Con el poderoso documental Un blues para Teherán da su primer paso en la escritura y realización cinematográfica y confirma su apoyo a la cultura con mayúsculas. 

Reconozco que para mí fue una sorpresa que un español firmara una película sobre la música que se hace en Irán. ¿Cómo surge este proyecto?

El origen está en mi amor y larga relación con Irán, desde que me introduje en la literatura persa, en la poesía y eso me llevó al cine, que es la expresión gráfica de su literatura. Al conocer tanto ese país , llegas a entrevistar de forma diferente a los directores que te gustan e, incluso, con  Asghar Farhadi (Todos lo saben) he colaborado en cursos de formación cinematográfica, de guion y de dirección. 

Su filme es un trabajo sociológico donde salen a la luz muchas sombras de ese país, como la falta de libertad para viajar. Da la impresión de que, efectivamente, la música es una válvula de escape ante una situación tan opresiva, ¿no?

Sí, pero al mismo tiempo la música forma parte de la cultura. Y la cultura para las dictaduras, para los poderes reaccionarios, es algo siempre sospechoso. Y ahí tienes que la música iraní es el origen de mucha cultura occidental y, si viajas a algunas zonas del sur de España, como Jerez o Vejer, percibes que el flamenco profundo tiene muchas concomitancias con esa música persa. 

Personalmente, uno de los momentos más emotivos de su película es el testimonio de esa estudiante de música que declara ante la cámara y pide a las autoridades de su país que dejen cantar en público a las mujeres y no lo vean como un acto pecaminoso.

Esa chica se llama Golmehr y, efectivamente, es una injusticia que las mujeres en Irán sean ciudadanas de segunda categoría. En público solo les dejan cantar si es en un coro y detrás de los hombres, porque si lo hicieran abiertamente irían a la cárcel.

Las desigualdades de las mujeres de ese país también se palpan en las herencias, donde solo tienen derecho a recibir la mitad que el varón. Lo cuenta un pescador del Caspio. ¿Cómo encontró a este hombre sin pelos en la lengua? 

Como mi acercamiento a Irán es desde la cultura, yo no pretendía ir a ese país a juzgarlo. Lo que quería es que los propios ciudadanos de ese pueblo dijeran ante la cámara lo que piensan y lo que creen, y ahí entra el pescador Asghar. 

¿Fue complicado rodar allí?, ¿tuvieron problemas?

Realmente sí. Tardé dos años en que Irán me diera los permisos para trabajar en el país y en la capital, Teherán, todo fueron dificultades en el rodaje; cuando no había un policía había un soldado y, cuando faltaban, había un chivato del régimen. Acabamos varias veces en comisaría.