Noriega, un romántico del séptimo arte

Alicia G. Arribas (EFE)
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El actor regresa a la gran pantalla con 'Los traductores', un thriller sobre el valor comercial de la creación, mientras anima a todos a ir a las salas de cine y saborear la película con sosiego

Noriega, un romántico del séptimo arte - Foto: J.J. Guillén

Ya no se ve ni se consume cine como antes, ahora todo se devora de forma apresurada y ávida. Esa es la reflexión de uno de los actores casi clásicos del cine español, Eduardo Noriega, que se considera un romántico del séptimo arte. 

El intérprete cántabro vuelve a las salas españolas como parte del reparto coral que protagoniza Los traductores, un thriller de inspiración literaria donde surgen asuntos tan delicados como qué motiva al autor para escribir, cuánto importa la transacción comercial o cuál es el valor de la creación. Preguntas, afirma el actor, que «se pueden aplicar a cualquier otra cosa»: al cine, por ejemplo.

«Creo que estamos viviendo ahora un momento en el que ha cambiado la forma de consumir y consumimos más que nunca, pero lo hacemos de una forma voraz, casi no disfrutamos, no paladeamos como antes», señala.

Noriega, un romántico del séptimo arteNoriega, un romántico del séptimo arte - Foto: J.J. GuillénAntes, reflexiona el protagonista de Abre los ojos (1997), «ir al cine era un acontecimiento, quedabas con amigos, luego tomabas algo y hablabas de la película, y ahora devoramos una temporada en una tarde y solo pensamos en la siguiente».

Pero él es «un romántico» y, también como espectador, confiesa, le gusta lo de siempre. «Y me gustan las salas de cine. Me encanta estrenar esta peli en sala, así que animo a la gente a que vaya al cine».

En este caso, invita a ver una película de suspense, muy entretenida, donde el director, el francés Régis Roinsard, enlaza la vida de nueve traductores de nueve nacionalidades diferentes que deben traducir el último libro de una trilogía de gran éxito.

Noriega, un romántico del séptimo arteNoriega, un romántico del séptimo arte - Foto: J.J. GuillénEl miedo a que se filtren las páginas del nuevo tomo hace que el editor los encierre en un búnker de lujo sin contacto con el exterior, pero, aun así, se publican en internet las 10 primeras páginas.

«Hay algo de Cluedo o de Agatha Christie que funciona bastante bien, la intriga que está a lo largo de la película tiene un ritmo particular; es un thriller pero, por momentos, se detiene y se habla de literatura y de libros», considera Noriega.

Protagonista de El lobo (2004) y Plata quemada (2000), Noriega cuenta que Los traductores enfrenta la alta literatura a los best sellers y habla de negros literarios y de seudónimos. En fin, agrega, «respiraba libros por todos lados y me resultaba muy atractivo, con los traductores en primera fila, cuando siempre son gente invisible».

Noriega, un romántico del séptimo arteNoriega, un romántico del séptimo arte - Foto: J.J. GuillénLe gustó que le pidiesen que encarnara al personaje más débil de un grupo diferenciado por países, con estrellas como Olga Kurylenko, Lambert Wilson, Alex Lawther, Riccardo Scamarcio o Sidse Babett Knudsen, y rodado en nueve lenguas, que además, aprovechaba ciertos tópicos para reírse de ellos mismos.

«Me han ofrecido un personaje frágil, hipocondríaco, que tartamudea, débil, y me hizo especial ilusión porque se aleja de lo que suelo hacer».

Tras Perfectos desconocidos (2017), enlaza «casi una serie con otra», apunta Noriega, en antena con Inés del alma mía y Hache, y pronto con una superproducción para la televisión de la que no desvela detalles.

 

Machismo

En aquellos primeros años de su carrera, hace aproximadamente un cuarto de siglo con Tesis, no era raro ver en el mundo del cine «gestos machistas con mujeres; los ha habido siempre, y en alguna ocasión los he vivido, me he enfrentado y lo he denunciado, yo mismo también he sufrido....», desvela Noriega.

Y aclara que «son gestos que, cuando eres muy joven te sientan muy mal, pero tampoco eres capaz de denunciarlo. Por eso entiendo perfectamente a víctimas mujeres que se bloquean y no pueden denunciar, como en el caso Harvey Weinstein».

Destaca que, en su caso, «no solo era el productor el monstruo, a su alrededor había 50 personas que eran necesarias, que colaboraban, que le ponían las actrices en bandeja. Y toda la industria sabía del comportamiento de este hombre. Lo sabía hasta yo, que vivo en Madrid, cómo no se iba a saber en Hollywood», resume.

Afirma que fue muso de Amenábar y de Mateo Gil, con quien hizo otra de sus películas más redondas, Blackthorne (2011), aunque reconoce que «estaría guay reencontrarte profesionalmente y que cada uno aporte toda su experiencia.

De momento, sus seguidores podrán disfrutarle a partir del próximo 19 de marzo en las salas españolas, como a él le gusta.