Sánchez-Otegui: un paripé desvergonzado

Carlos Dávila
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El líder socialista se trabajó la moción de censura de forma previsible y reinició sus contactos con los sucesores de ETA a los que convirtió en socios preferentes

Sánchez-Otegui: un paripé desvergonzado - Foto: Javier Etxezarreta

Casi nadie ha recaído en uno de los pasajes cruciales de la declaración que el etarra leyó el pasado lunes para condolerse artificialmente del «sufrimiento» causado a las víctimas de la banda. En los periódicos nacionales esta parte de la manifestación ha pasado desapercibida ante la supuesta importancia de este falaz: «No debíamos haberlo hecho». Sin embargo, para el diario de Otegui, Gara, sucesor y copista de aquel otro llamado Egin, que durante años fue el órgano tolerado de la banda facciosa, ese pasaje ha sido muy relevante, tanto que su síntesis la llevó el martes a uno de los sumarios de su primera página. Dice este texto: «Otegui pone en valor los compromisos contraídos».

Un gran recuerdo; un aviso permanente para su socio de ocasión: el Gobierno de Pedro Sánchez. ¿Cuáles son estos compromisos? Bien: en las últimas negociaciones de Zapatero con los asesinos, patrocinadas por el Centro suizo «Henry Dunat», los enviados del entonces presidente, el inevitable Jesús Eguiguren, perejil de todas las salsas, y el exministro Javier Moscoso, tránsfuga en su día de UCD, escucharon de sus interlocutores la siguiente, y parece que ruda pero educada advertencia: «La negociación para el cese de la actividad armada terminará inmediatamente si los Gobiernos español y francés no reconocen el derecho de autodeterminación del pueblo vasco». Este párrafo está extraído literalmente de las actas de aquella negociación que luego fueron publicadas en el citado Gara, cuya editora era la que ahora se sienta como diputada por Bildu, Mayte Aizpurúa.A reconocimiento de parte, verdad segura. 

Siguió la negociación y, algunos meses después, el 20 de octubre de 2011, tres encapuchados de la banda terrorista ETA, un hombre, David Pla, asesino del matrimonio Jiménez Becerril, y dos mujeres, comparecieron en público para anunciar solemnemente «el cese de la actividad armada», la misma definición de la ministra Belarra. 

ETA, por consiguiente, dejó de matar y el Gobierno del PSOE se apresuró a cumplir pausadamente sus compromisos. Llegó Mariano Rajoy a la Moncloa y Zapatero en persona se fue a visitar al nuevo ministro, Jorge Fernández, a explicarle todo lo que había de por medio. 

Aquella conversación de seis horas nunca se ha hecho pública, este cronista solo tiene el testimonio de un antiguo colaborador de Fernández que, en una ocasión, vino a informarme: «Lo que parece cierto es que el PSOE se quedó tranquilo con la promesa de Fernández que, en realidad, era de Mariano Rajoy, de que el nuevo Gobierno no iba a remover demasiado la cosa». 

Cumplió tanto que el escandaloso Caso Faisán, cuando a ETA se le avisó de que se iba a detener a uno de sus militantes más activos, ha terminado quedándose en una anécdota para incorporarla al guion de una película policiaca.

El líder socialista se trabajó la moción de censura de forma previsible y reinició sus contactos con los sucesores de ETA a los que convirtió en socios preferentes. En los últimos días se ha producido el siguiente trueque: Bildu, necesitado como está de convertir en alternativa al PNV, se ha querido blanquear y ha ofrecido apoyo a los Presupuestos Generales del Estado hasta el punto de situarse como el interlocutor de cabecera de Sánchez y su cuadrilla. Se ha quitado definitivamente la máscara: tú me liberas a los presos y yo te apruebo los PGE hasta 2026. 

Filoterroristas

Por su lado, el Gobierno se ha avenido al pacto y se ha asegurado este apoyo. Ha pac tado con los filoterroristas los términos de la declaración de Otegui, y ha asegurado que seguirá cumpliendo sus compromisos en dos aspectos: la llegada masiva de presos etarras a las cárceles del País Vasco y la permanente relación con BIldu que, según ha declarado un pobre hombre, que hasta fue lendakari con la ayuda del PP, Pachi López: «Es un partido para resolver los problemas de los ciudadanos vascos». Literal. ¿A cuántos entierros de correligionarios habrá asistido este individuo para abrazarse ahora a los asesinos?

 

Tercer grado

La verdad: Sánchez está cumpliendo a rajatabla los «compromisos» (término de Otegui) con sus nuevos conmilitones. Fíjense en el dato: como las prisiones, otro pasaje de aquel pacto, ya pertenecen al gobierno de Vitoria, nadie se ha enterado de que, al menos una quincena de criminales de la peor especie etarra, ya están gozando de el tercer grado penitenciario, antesala, desde luego, de su libertad acelerada. Eso sí, se les ha recomendado que se abstengan de pedir homenajes; la gente conocería la trapisonda y se organizaría el enésimo alboroto político protagonizado por el sanchismo. 

Todo se está efectuando con el mayor de los sigilos y la oposición o no conoce los adentros de este bochornoso suceso, o está sorda y muda porque, claro está: ¿le conviene al centro derecha llegar al poder y que siga soplando la rendición a ETA? Hay que sospechar que de ninguna manera. Y no solo al PP, sino también a Vox que ha comprobado desde hace años que una estrategia de denuncia de todo lo que está ocurriendo con ETA y sus secuaces, le aporta exactamente cero votos. Por eso, ambos tiran hacia adelante porque eso es lo que les ha tocado.

Estamos, pues, ante un clamoroso paripé perpetrado por dos partidos que hace tiempo han perdido la vergüenza. Uno, el PSOE, por transformarse en mamporrero de los más abyectos individuos que pululan por la vida política españoles. El otro, Bildu, porque nunca la ha tenido, porque sus aguerridos (entiéndame el adjetivo) hermanos mayores ya están saliendo del trullo. 

Son los que, de ninguna manera, han pedido perdón a las víctimas que quedan de aquella inhumana cacería que protagonizó ETA, y porque, gota a gota, están obteniendo, con acuerdos como los anteriores relatados, un olvido (hablar ahora de sus crímenes ya es en España políticamente incorrecto) que conduce directamente a considerar a Bildu, una organización más del entramado de ultraizquierda que ha compuesto el ridículo socialdemócrata Sánchez para seguir disfrutando de las mieles del poder al que se va a asir al coste que sea, incluso, al de revolucionar la Constitución, asentar la imagen de una Corona  imprescindible y figurar como la «madre patria» del socialcomunismo caribeño en el que la libertad, es sencillamente un engorro. 

Sánchez no ya es solo un gobernante táctico que se morrea con quien sea para afirmar su Presidencia, sino un cómplice festejón de la secta criminal que durante 50 años ha matado en España desde niños a jubilados.