Un hombre tranquilo

M.R.Y. (SPC)
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Biden ha sabido capear los obstáculos de su vida, como la muerte prematura de su mujer y dos de sus hijos, con un carácter sosegado que ha marcado también su trayectoria política

Un hombre tranquilo - Foto: JONATHAN ERNST

Más allá de las ideologías que enfrentaban a los dos candidatos a la Casa Blanca, entre Joe Biden y Donald Trump existía una diferencia abismal: la tranquilidad que caracteriza al aspirante demócrata, discreto y sosegado, frente a la polémica instalada en el dirigente republicano, abonado a la bronca y a la controversia. 

Ese carácter sereno de Joe Biden (20 de noviembre de 1942, Scranton, Pensilvania) ha ayudado a este veterano político a sobrevivir en una vida cargada de obstáculos. En lo personal, al que fuera número dos de Barack Obama le han venido mal dadas en varias ocasiones: su mujer, Neila, con quien tuvo tres hijos -Joseph, más conocido como Beau, Robert Hunter y Naomi-, murió en un accidente de tráfico junto a la menor de la familia en 1972, poco después de que el propio Biden fuera elegido por primera vez senador -un cargo que ocupó hasta 2008-. Los dos hijos mayores sufieron heridas de gravedad en ese accidente, pero ambos se recuperaron. Una vez que ya parecía haber reconducido su vida, al candidato le volvió a llegar un nuevo golpe: su hijo Beau, que ejerció como fiscal general de Delaware, falleció en 2015 a causa de un tumor en el cerebro. Además, y según se pudo saber durante el primer debate con Trump -porque lo desveló el presidente como un dardo envenenado contra su rival-, Hunter ha sido drogadicto durante gran parte de su vida.

Dicen de él que su carácter ha sido forjado por el dolor. Antes de esas tragedias familiares, sufrió bullying por la tartamudez que padecía -y que consiguió controlar con un logopeda y hablando frente al espejo- que hizo que en el colegio le llamaran Joe el impedido. 

En el plano político, se puede decir de él que a la tercera fue la vencida. Intentó ser candidato a la Presidencia en tres ocasiones y fue en esta ocasión cuando consiguió la nominación. Su primera tentativa tuvo lugar en 1988, pero fue acusado de copiar un discurso y, además, la salud le volvió a castigar: sufrió dos aneurismas que le hicieron apearse de la carrera. Dos décadas después, más fortalecido, lo intentó de nuevo. Pero entonces había en el Partido Demócrata un joven y casi desconocido Barack Obama que arrasó de tal manera que hizo que veteranos como Biden diesen un paso hacia atrás para darle alas. Obama se lo reconoció y le eligió como compañero en aquellas elecciones, tras las que resultó elegido vicepresidente.

De esa buena relación  con el primer afroamericano en ocupar la Casa Blanca presume. Y mucho. Se hace llamar «amigo» de Obama y sus ocho años al lado de él son la pieza más destacada en su currículum político. Sin embargo, no quiso aprovechar el tirón que le daba ese puesto y, con la reciente muerte de su hijo Beau, decidió no presentarse a las elecciones de 2016, en las que los demócratas habían puesto sus esperanzas en Biden para mantener el poder, y se vieron abandonados y huérfanos de su carismático candidato.

Tras el fiasco de hace cuatro años con Hillary Clinton, su nombre volvió a sonar con fuerza de cara a los comicios de 2020. Tardó en hacer pública su aspiración, pero en cuanto lo hizo, pocos dudador de que sería el rival de Trump en las urnas.

Bandera de la moderación

En las primarias de su partido, tuvo que hacer frente a un adversario interno insospechado hace apenas unos años: el ascenso del ala más izquierdista  en la formación encarnada por Bernie Sanders -que ya dio la batalla en 2016 y regresaba con fuerza-. El senador por Vermont acusaba a su rival de carecer de la valentía para enfrentarse a los poderes establecidos, como los hilos que se manejan desde Wall Street, y de no querer llevar a cabo los cambios estructurales que requiere el país, como implementar una sanidad pública universal o acabar con el fracking.

Ante este oponente, Biden reforzó aún más su imagen de moderado, rebajando las exigencias del ala más socialista, pero insistiendo en que la principal tarea que tenía encomendada era sacar a Donald Trump de la Casa Blanca. Una labor para la que se unieron todos los sectores del Partido Demócrata. Tenían todos un enemigo en común y había que trabajar contra él.

Eso sí, ha querido atraer al ala más a a izquierda recordando que fue gracias a él que se legalizó el matrimonio homosexual en Estados Unidos, una actuación que llegó en 2015 después de que él mismo, según afirma, se lo propusiera a Obama.

La polémica

De su pasado de tartamudo aún queda algún resquicio. Así, no es difícil que Biden cometa meteduras de pata verbales más a menudo de lo que quisiera, como confundir recientemente en un mitin a su mujer con su hermana. 

Él mismo se ríe de su problema: «Soy una máquina de pifias. Pero, por Dios, qué cosa maravillosa comparada con un tipo que no puede decir la verdad», ironizó.

Mucho más serias son las acusaciones de hasta ocho mujeres que han denunciado al demócrata  por tocamientos inapropiados. En su defensa, publicó un vídeo en el que reconocía que su carácter afable tal vez le hubiese pasado alguna mala pasada y veía normal que algunas personas se hubieran sentido «incómodas» Por eso mismo, aseguró que había aprendido que los tiempos «han cambiado» y mantiene las distancias, más todavía ahora con la pandemia de coronavirus, que se ha convertido en una de sus principales afrentas electorales.

Ahora es su hora, y EEUU volverá, al menos por el momento, a recuperar la calma perdida durante el mandato de Trump.