Colza: una opción a tener en cuenta

M.H. (SPC)
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Esta oleaginosa es una excelente alternativa para rotar cultivos de cereal y proporciona numerosos beneficios al suelo, además de ofrecer una alta rentabilidad

Colza: una opción a tener en cuenta

El cultivo de oleaginosas tiene un importante peso específico en España. Según el Ministerio de Agricultura, en el quinquenio 2015-2020 la superficie cultivada ocupó una media de 806.000 hectáreas, con una leve tendencia a la baja causada por el descenso en la extensión de tierras de girasol, que es la especie más importante con diferencia en nuestro país (alrededor de un 90% del total). Sin embargo la colza, segunda planta anual más sembrada para obtener aceite (al contrario que en Europa, donde se siembra más que el girasol), ha experimentado un repunte en los últimos dos años y cada vez es más común ver durante la primavera esos campos teñidos de amarillo intenso en plena floración.

Según explican desde ASAJA, la colza es una buena opción para el agricultor a la hora de planificar la rotación de cultivos. Al igual que ocurre con la veza, al sembrar trigo después de esta planta se obtienen mejores resultados en producción (hasta un 10% más de rendimiento que si se siembra trigo por segunda vez consecutiva) y en calidad, además de reducirse los costes y los problemas sanitarios en general gracias a que es una excelente opción para romper el ciclo malas hierbas, plagas y hongos que afectan al cereal. Por su hoja ancha, es especialmente fácil controlar especies adventicias de hoja estrecha que son muy molestas para el agricultor, como la avena loca. Además, sus profundas raíces airean el suelo y son capaces de absorber gran cantidad de nitrógeno, tanto proveniente de purines como de abonos químicos, lo cual minimiza el riesgo de lixiviado y de contaminación de acuíferos por estas sustancias.

Otras ventajas son que mejora la estructura del suelo y que presenta cubierta vegetal durante la mayor parte del año, por lo que protege a las parcelas de la erosión, uno de los principales problemas que acechan a la superficie cultivada de nuestro país. Al no coincidir su ciclo con el de otros cultivos, contribuye también a que el agricultor pueda distribuir su carga de trabajo en el tiempo, lo que facilita realizar cada labor en el momento preciso y aumentar así producciones.

También ha ayudado a aumentar estas producciones la selección de nuevas variedades que han solucionado un problema histórico de este cultivo. Hace años, las silicuas (una especie de vainas) dentro de las cuales se forman las semillas de las que se extrae el aceite, se abrían al secarse, antes de la cosecha, y parte de esas semillas caían al suelo sin posibilidad de ser aprovechadas. Hoy en día esas silicuas se mantienen cerradas incluso cuando la semilla está madura y seca, por lo que no se pierde nada de producción.

Otro punto a favor es que al tener un sistema radicular extenso y generar grandes hojas contribuye a aumentar la materia orgánica en el terreno (proporciona unas 12 toneladas de biomasa por hectárea), ya que solo se aprovecha la semilla y lo demás queda en la parcela. Y no hay que olvidar que se trata de un cultivo que proporciona un buen hábitat para una enorme cantidad de especies de fauna silvestre y atrae a los polinizadores, algo muy en línea con el enfoque verde de la nueva Política Agrícola Común.

Pero sus virtudes no terminan aquí. A todas ellas hay que sumar su rentabilidad. Se trata de uno de los cultivos que más beneficio deja al agricultor, en general superior al de los cereales de invierno con los que suele compartir espacio. Con una producción media alta, se habla de una horquilla de entre 150 y 200 euros de beneficio, aunque puede variar dependiendo de las características del terreno o la pluviosidad, en el caso de cultivarse en secano.

Sin embargo, siempre tiene que haber algún pero. Cuando se cultiva en secano, se corre un riesgo cierto al principio del ciclo. Se suele sembrar a finales de verano o primeros de otoño y hay mucha dependencia de la lluvia para que se produzca una buena nascencia que garantice el posterior desarrollo de la planta. Si no llueve hasta entrado el otoño, las semillas germinarán tarde y cuando lleguen las primeras heladas es posible que no sean capaces de soportarlas. Si llueve pronto, pero poco, las plantas quizá mueran por falta de agua recién germinadas. Lo más conveniente es que se registren precipitaciones suficientes al principio del otoño para que cuando lleguen los fríos la planta tenga entidad suficiente para resistirlos. Lógicamente, cuando se cultiva en regadío este problema no existe.

 

Fantasmas del pasado.

El rey indiscutible de las grasas vegetales en España es el aceite de oliva, de eso no hay duda. Sin embargo, en otros países, algunos relativamente cercanos como Alemania, Francia o Reino Unido, el aceite de colza es habitualmente usado en los hogares para cocinar, hasta el punto de ser el más empleado en algunos casos. Sin embargo, en nuestro país es casi imposible encontrar una botella de este producto, que quedó estigmatizado hace ya cuarenta años con el desgraciado episodio de aceite de colza adulterado. La mala praxis de unos especuladores, que lo camuflaron para hacerlo pasar por aceite de oliva, dio como resultado casi 4.000 fallecidos y más de 20.000 afectados, muchos de los cuales siguen vivos a día de hoy y arrastran las consecuencias del llamado Síndrome del Aceite Tóxico.

Lo cierto es que, con los controles en seguridad alimentaria existentes hoy en día, sería imposible que esto volviera a ocurrir. Se trataba de un aceite destinado a uso industrial que fue burdamente refinado y provocó una desgracia que, además del daño que hizo a las personas que lo consumieron, dejó asociados los conceptos colza y toxicidad en el imaginario colectivo de los españoles. Y nada más lejos de la realidad, ya que se trata de un aceite sano, rico en Omega3 y ácido oleico y muy propicio para un infinidad de preparaciones en las que se quiera aprovechar su sabor neutro para que no interfiera en el resultado de la receta.