El hastío, único vencedor

M.R.Y. (SPC)
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La escasa participación en las parlamentarias y en la consulta popular opositora demuestran el descontento ciudadano con los políticos

Las protestas contra el oficialismo y contra los detractores al Gobierno se suceden continuamente en un país polarizado que quiere un cambio de rumbo. - Foto: STRINGER

Ni parlamentarias ni consulta. Ni chavismo ni la oposición vigente. Los venezolanos quieren cambio, pero no encuentran una opción en las dos posibilidades políticas actuales, que entre principios y mediados de mes han sometido a la ciudadanía a dos citas electorales, ambas de dudosa fiabilidad, que han resultado ser un completo fiasco.

El hastío y el descontento han sido los únicos ganadores en las urnas, en las que dos posturas tan opuestas como el oficialismo y el antichavismo han coincidido por primera vez: en el rechazo popular y, por tanto, la baja participación en los comicios del 6 de diciembre -con casi un 70 por ciento de abstención- y en el plebiscito no vinculante auspiciado por los detractores del Gobierno, con apenas un 28 por ciento de afluencia en varios días de celebración.

Sin embargo, y a pesar de estos resultados, tanto el jefe del Ejecutivo, Nicolás Maduro, como el «presidente encargado», Juan Guaidó, también toman una postura común y, lejos de hacer autocrítica, se congratulan por sus particulares logros, a pesar de que los números demuestren un fracaso.

Sin ir más lejos, el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), se hizo con 4,32 millones de votos en las parlamentarias, 1,3 millones menos que en los comicios de 2015 -en los que, además, perdió el control de la Asamblea Nacional-. No obstante, esa caída de respaldos no parece importar.

La alta abstención favoreció a los de Maduro, cuyo triunfo se daba por seguro, sobre todo teniendo en cuenta que los grandes partidos opositores habían decidido no participar en la cita al considerarla «un fraude».

Pero el oficialismo no solo perdió esos 1,3 millones de votos, sino que también se quedó sin el apoyo de una parte de emblemáticos políticos de la izquierda venezolana, que ven que las políticas de Maduro se han alejado considerablemente de la línea marcada por su predecesor, el fallecido Hugo Chávez.

Es el caso del secretario general del Partido Comunista, Óscar Figuera, quien asegura que existe una «deriva totalmente contraria a lo que fue el compromiso del presidente Chávez con nuestro pueblo». En la misma línea  se pronuncian desde partidos como Patria Para Todos o Tendencias Unificadas Para Alcanzar el Movimiento de Acción Revolucionaria Organizada, que consideran que el Gobierno se ha escorado hacia una «política alejada de la revolución». y cada vez está «más próximo al neoliberalismo y al capitalismo».

 

Sin importancia

Poco o nada le ha importado al chavismo esa pérdida de apoyos en la calle y en otras formaciones, puesto que ha declarado una victoria abrumadora en unas elecciones en las que se ha hecho con el 93 por ciento de los 277 escaños en juego.

El comportamiento es similar entre la mayoría opositora, que proclama su éxito en una consulta ciudadana sin apenas participación y ante la que también han perdido el respaldo de formaciones con la que antes componían una sólida coalición.

Guaidó planteó el plebiscito como un referéndum sobre su propia persona para seguir como «presidente encargado» hasta la celebración de «elecciones legítimas». Pero, al igual que en las parlamentarias, los ciudadanos -a pesar de la facilidad de poder participar desde el exterior y de manera virtual- optaron por la indiferencia.

Así quedó reflejado con una participación de 5,8 millones de venezolanos -poco menos de medio millón de votantes que en las legislativas- y, lo más importante, casi dos millones menos que los 7,7 ciudadanos que respaldaron al antichavismo en su triunfo en las elecciones de 2015. Pese a que los datos no engañan, Guaidó celebró, igual que Maduro, su «éxito».

Los números demuestran que el 41,8 por ciento de los venezolanos rechazaron participar en ambas citas. Casi la mitad de una población que apuesta por caras nuevas, opciones distintas y, sobre todo, un cambio de rumbo en un país cada vez más hundido; que ha demostrado que es necesaria una tercera vía en una nación polarizada en la que sus ciudadanos comienzan a estar cada vez más hartos de la situación y, sobre todo, de sus políticos.