Una vida entre ciencia y religión

Charo Barrios
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José Manuel Echevarría publica 'El caballero de Dios', la apasionante historia de Nicolás Steno, un erudito de la Anatomía del siglo XVII

Este experto en Bioquímica se ha metido de lleno en el mundo de la Literatura con la saga ‘Naturalistas’.

El 7 de abril de 1661, un joven danés que estudiaba Anatomía en Ámsterdam descubrió una nueva estructura anatómica al diseccionar la cabeza de una oveja. Poco después, dos ilustres profesores de la Universidad de Leyden bautizaron la estructura como Ductus Stenonianus, nombre que, en honor a su descubridor Nicolás Steno, se usó ya siempre para referirse al conducto que libera la saliva en la boca de los mamíferos. 

Así comienza la historia que José Manuel Echevarría Mayo narra en El caballero de Dios, segundo título de su saga Naturalistas que publica la editorial Sicomoro y cuyo primer volumen fue publicado el pasado año bajo el título de El quinto elemento.

La idea de realizar esta trilogía nació mientras escribía el segundo capítulo de un libro anterior en el que analizaba la evolución y el estado de las ideas sobre historia natural en el momento en el que Darwin partía a bordo del Beagle para dar su vuelta al mundo. Lo que escribió entonces hubo de ser necesariamente breve y le supo a muy poco, así que unos meses después decidió contarlo mejor en una serie de relatos novelados. Y así empezó la serie Naturalistas.

Una constante que late en toda la saga es el conflicto que surge a partir del Renacimiento entre los descubrimientos científicos y la literalidad de la Biblia en lo que concierne a la Historia de la Tierra y al origen de los seres vivos. Niels Steensen –más conocido como Nicolás Steno- no fue ajeno a ello. De origen danés, su vida se desarrolló en el siglo XVII. Estudió Medicina en Copenhague y se especializó en Anatomía. No tuvo suerte en su país al terminar sus estudios, así que hizo las maletas y, con 26 años, se marchó a París. 

 

El Rey Sol

En la Francia del Rey Sol, Steno triunfó y ya como un especialista de prestigio llegó dos años después a Florencia porque el gran duque Fernando II de Medici le hizo una oferta «de esas que no pueden rechazarse».

¿Por qué la aceptó? Según Echevarría, en esa época la ciudad italiana era todavía uno de los grandes centros de la cultura europea y un muy buen lugar para un científico. Primero, porque el propio duque era un apasionado de la ciencia. Segundo, porque su hermano Leopoldo lo era todavía más. Este es, según él, un aspecto de la personalidad de Steno que merece ser destacado: nació en Dinamarca y era luterano, pero fue también un europeo en el sentido más amplio del término que no rechazaba vivir en un país católico. Europa estaba ya naciendo de la mano de la ciencia. Una Europa por la que transcurre la acción de la novela que lleva al lector de viaje por Italia, Francia, Países Bajos y el Reino Unido.

Un objetivo común a todas las novelas de la serie es describir el estado de las ideas sobre la Historia natural en Europa en la época del protagonista. Todas son novelas corales, con personajes históricos entrando y saliendo del relato. 

Los viajes de Steno dan al narrador la posibilidad de presentar a varias figuras de la ciencia del momento lo que, según Echevarría, fue otro gran aliciente para escogerle como solista principal del coro que compone la novela.

Pero Steno no solo se movió geográficamente, también intelectualmente. Señala el autor que lo primero que le llamó la atención de este personaje fue que un anatomista consagrado pasara a interesarse de lleno por las rocas y los fósiles cuando el azar quiso que un enorme tiburón blanco muriese muy cerca de la desembocadura del río Arno. 

Esa impresionante pirueta mental le sugirió a José Manuel Echevarría que su cabeza debía ser muy poco común. Un segundo aspecto que le interesó, dice, fue cómo en la cumbre de su carrera y disfrutando una vida de privilegio, Steno decidió hacerse católico, ordenarse sacerdote y abandonar la ciencia para pasar a una vida pobre en lo material. 

Efectivamente, el hoy beato católico se estableció al final de sus días como obispo de la Iglesia romana en el corazón de la Alemania protestante, donde murió en la absoluta pobreza con solo 48 años de edad. Nadie en el mundo de la ciencia logró explicarse por qué lo hizo, aunque tras su decisión pudo esconderse un amor imposible, que es uno de los grandes misterios de esta novela.