Del éxito imparable al fracaso en siete meses

E. Rodríguez (EFE) / Madrid
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La apuesta de Rivera por sorpasar al PP en los comicios del 28-A y arrebatarle la hegemonía del centro derecha en España fue el principio de un descenso al abismo que nunca superó

Del éxito imparable al fracaso en siete meses - Foto: Rodrigo Jiménez

Pocos podían imaginar en las elecciones del pasado abril que, uno de los teóricos triunfadores de aquellos comicios iba a abandonar la política siete meses después a raíz de un estrepitoso fracaso en las urnas. En esa cita con las urnas, Albert Rivera lo apostó todo a una carta: superar al PP y convertirse en el partido hegemónico del centro derecha, pero no lo consiguió y a partir de ahí todo fue mal.

Con su crédito político empeñado a una promesa electoral insalvable, que no pactaría jamás con el socialista Pedro Sánchez, el líder de Ciudadanos se quedó en tierra de nadie, como una pieza más del bloqueo político en la que lleva instalada España desde hace demasiado tiempo.

Tuvo al alcance de su mano formar Gobierno con el PSOE o, cuando menos, facilitar y condicionar su investidura, y ahora, siete meses después, lo ha perdido todo. La repetición electoral le ha pasado una factura que ni las encuestas más pesimistas auguraban, aunque es cierto que el precipicio se veía venir en el horizonte.

De los 57 escaños del 28-A a solo 10 diputados el 10-N. Prácticamente todas las caras visibles de su partido se han quedado fuera del Congreso. Una sangría a la que se suma todos aquellos que poco a poco se fueron marchando por no compartir la línea política del presidente naranja.

La derrota de Ciudadanos se produce, además, con especial virulencia en las zonas urbanas, su tradicional granero de votos, que le han dado la espalda con estrépito.

Rivera ha asumido su fracaso y lo deja todo. Abandona la Presidencia del partido, su escaño del Congreso y la vida política. Dice que lo hace «por responsabilidad y coherencia» y porque los éxitos de un grupo «son de todos» pero los malos resultados «son del líder».

Asegura que se marcha para que el proyecto continúe, porque «el centro político existe» y hay «muchos españoles que necesitan votar liberal y centro» en un contexto de polarización y auge extremista.

«Nunca estuve en política atornillado a un escaño», proclamó ante los suyos, que le aplaudieron a rabiar, algunos con lágrimas en los ojos, en una declaración sin preguntas en la sede del partido que fue, en cierto modo, una especie de epitafio como servidor público.

Volver al anonimato. Para Rivera, la vida es mucho más que la política y ahora quiere recuperarla después de 13 intensos años en primera línea y cuatro años frenéticos como diputado en el Congreso.

De aquel joven que se exhibía desnudo en los carteles electorales del partido catalán de moda que sorprendía a todos, queda ahora un animal político herido que ha dado un paso al lado para permitir, o al menos no obstaculizar, la supervivencia de su formación, de su proyecto político personal.

En el banquillo de Ciudadanos, actualmente tan menguado, se alza ahora una figura en la que todos ponen la mirada: Inés Arrimadas. Una política que se ha curtido como el propio Rivera en el duro escenario catalán, pero que después de haber ganado las elecciones autonómicas en Cataluña dio el salto a Madrid, donde ha pasado con más pena que gloria. Lo que depare el futuro de Ciudadanos es un misterio. Lo único seguro es que, en ese porvenir inmediato no estará su creador, artífice, impulsor e imagen indiscutible hasta ahora: Albert Rivera.