Más triste y más bronco que nunca

Agencias-SPC
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El coronavirus también ha hecho mella en el Congreso, con muchos escaños vacíos, pero con la tensión disparada en los Plenos de 2020

Más triste y más bronco que nunca

El aciago 2020, que ya queda atrás, comenzó con la investidura de Pedro Sánchez gracias a una mayoría aparentemente inestable y acabó, tras la aprobación de los Presupuestos, con dicha mayoría reforzada y dispuesta a marcar la agenda del país durante toda la legislatura. El año más terrible que recuerda la sociedad por culpa del coronavirus deja tras de sí en la Cámara Baja una ristra de broncos debates y con una actividad legislativa marcada por las decisiones que esta crisis urgía a tomar a cada paso. Pero, también, deja imágenes tristes e inéditas de un Hemiciclo que no ha vuelto a llenarse desde que estalló la pandemia o no ha podido acoger celebraciones como la de la celebración del aniversario de la Constitución.


La alarma y sus prórrogas 

El 14 de marzo, el Gobierno decretó el estado de alarma y Pedro Sánchez acudió al Congreso cuatro días después para explicar la gravedad de la crisis sanitaria y la necesidad de dicho instrumento constitucional. Fue el primero de siete largos e intensos debates en los que se discutió la gestión del coronavirus y se votaron las seis prórrogas sucesivas de la alarma.
Si al principio todo el arco parlamentario estuvo de acuerdo en utilizar esa herramienta de la Carta Magna para hacer frente al imparable virus, aquella Fuenteovejuna duró poco. Después de la caída de la CUP y Vox, fue a partir de la cuarta cuando el PP empezó a desmarcarse del consenso con su abstención en aquella votación y su voto en contra en las dos posteriores. Pero el Gobierno pudo sacar adelante las dos últimas prórrogas gracias a la geometría variable y, sobre todo, a acuerdos que echaron por tierra alianzas preconcebidas. Así ocurrió con Ciudadanos, que, contra todo pronóstico, apostó por apoyar al Gobierno.
La nueva normalidad no duraría mucho. Con la llegada del otoño la pandemia volvió a golpear con fuerza. Eso llevó al Gabinete de Sánchez a aprobar un nuevo estado de alarma, que se prolongará hasta el 9 de mayo de 2021, muy distinto al anterior, con los presidentes autonómicos como autoridades competentes.

 

Presupuestos

Si algo ha demostrado el Gobierno en este año parlamentario ha sido su capacidad para manejarse con la aritmética variable del Parlamento, jugando a un lado y otro del tablero. Sin embargo, para la votación más importante, Unidas Podemos se impuso al PSOE, eligiendo a los socios -nacionalistas, independentistas y abertzales- para los Presupuestos por delante de Ciudadanos, la opción preferida en las filas socialistas. Una mayoría que parece haber venido para quedarse. Y mientras han saltado todas las alarmas en la derecha -que cree que con estas alianzas se tambalea todo el sistema democrático–, el Gobierno respira tranquilo al contar con unas Cuentas sobre la mesa.
La elección de los compañeros de viaje para los Presupuestos fue el exponente más claro de la presión que no ha dejado de ejercer Podemos dentro del Ejecutivo de coalición para imponer sus políticas. La Cámara Baja fue testigo de buena parte de esas presiones, que llegaban en todo tipo de formatos, desde discursos de los portavoces hasta enmiendas presupuestarias firmadas con Esquerra y Bildu para parar los desahucios. El PSOE, por su parte, ha aguantado en silencio buena parte de los envites de su socio, a pesar del malestar que en muchas ocasiones han provocado.

 

Divorcio en la derecha

En el repaso al 2020 en el Parlamento, no se puede olvidar otra tensión que ha pasado de latente a patente en el año parlamentario, la vivida entre el PP y Vox. La convivencia en la bancada de la derecha -nunca pacífica del todo- se rompía cuando durante el debate de la moción de censura presentada por Vox el líder de los populares, Pablo Casado, dio un golpe de mano y dijo «basta» al partido de Santiago Abascal. Con uno de los discursos más aplaudidos del año con el que recolocaba a su partido en posiciones más moderadas, el palentino se arrogó no solo el liderazgo de la oposición que su formación ya ostenta, también la capacidad de ser la única alternativa al Gobierno progresista.