El pasado 31 de julio se daba por cerrado el último curso político y se abría un periodo de cara al nuevo ejercicio en otoño. En lo que afecta al sector agrario, los últimos doce meses han sido una fase importante durante la que se han dado la mano cuestiones de fondo como marcar las líneas para la aplicación de la próxima reforma de la PAC o los costes de producción derivados o no de la invasión de Ucrania, con otras de coyuntura claves para el día a día de la actividad agraria, desde los seguros agrarios a las ayudas directas, especialmente para las cabañas ganaderas, para aliviar una crisis agravada por el calor y la sequía. Atocha pasó el curso.
Hoy, con un nuevo ejercicio a la vista, desde el sector agrario se habla de un otoño caliente, si bien se podría calificar mejor de un otoño negro. Esto se debe básicamente a los costes de producción que persiguen al campo y que ya han forzado la reducción de la actividad, especialmente en las explotaciones ganaderas, y a los precios disparados de los fertilizantes, la maquinaria o la energía a pesar de las medidas de apoyo articuladas por el Gobierno. El Ministerio de Agricultura analizará el próximo lunes la actual situación provocada por la sequía, el balance de las medidas de ayuda adoptadas en los meses precedentes y las perspectivas de futuro.
Tras varios años de trabajos y debates con organizaciones agrarias y especialmente con las comunidades autónomas, finalmente España remitió en julio a Bruselas el Plan Estratégico con el que aplicar los fondos comunitarios para el periodo de 2023 a 2027 de acuerdo con las nuevas exigencias de Bruselas, entre las que destacan la importancia de la política verde, una condicionalidad reforzada y una redistribución de los recursos con la mirada puesta en la clase media agraria. En línea con esos objetivos se hallan la reducción progresiva de los pagos directos desde los 60.000 euros; el límite de los 100.000 con el techo de los 200.000 cuando se computen gastos laborales en la explotación; una redistribución de 483 millones entre las primeras hectáreas de una explotación familiar viable; la convergencia plena interna en una misma región en 2029; el destino de 1.100 millones de los 4.828 millones de ayudas directas para apoyar los ecoesquemas o actividades complementarias voluntarias medioambientales; el destino de un 2% de los fondos para apoyar a los jóvenes; y el destino de un 14% para ayudas asociadas destinadas a apoyar a sectores con dificultades.
Este plan, en el que también se contemplan compromisos nacionales sobre temas como agua y riegos, tras largos debates y ajustes con la Comisión, fue finalmente aceptado por ésta y se espera su aprobación formal en estos meses de otoño para su entrada en vigor en enero de 2023.
En el último curso político, el Parlamento dio luz verde a la nueva redacción de la Ley de la Cadena con puntos estrella como la exigencia de que los precios de compra en el campo cubrieran los costes de producción, que haya un incremento en cada eslabón de la cadena y que se evite la venta a pérdidas. Sobre el papel, una disposición clave para garantizar rentas en origen, si bien su cumplimiento se halla lejos de lo previsto. Debe mejorar su aplicación y es uno de los puntos a debate en este nuevo curso.
Año complicado.
Para el sector agrario, los últimos meses han sido un periodo difícil por lo que se refiere a la evolución de los costes de producción provocados por la invasión de Ucrania y las menores disponibilidades de cereales y de energía. Las marcadas subidas de los precios, junto a los temores a una escasez de alimentos básicos, dieron lugar a la decisión comunitaria de eximir a los agricultores del cumplimiento de las exigencias sobre rotación de cultivos o de abandono de tierras para lograr una mayor superficie de siembra.
A la sombra de la crisis de costes, en el último ejercicio Agricultura articuló una ayuda 169 millones para el sector del vacuno de leche, hoy afortunadamente cobrando precios no soñados por la falta de oferta, así como otros 193 millones, una tercera parte de los fondos de crisis de Bruselas, para apoyar a otras producciones como el vacuno de carne, el conejo, los pollos o el ovino y caprino.
Finalmente, entre otras medidas importantes se halla el incremento en 60 millones desde Agricultura para apoyar la contratación del seguro agrario, llegando a la cifra récord de 317 millones, a los que se deberían sumar los fondos de los gobiernos regionales con el objetivo de aumentar en 10 puntos la subvención hasta que suponga el 40% del coste de la prima, en línea con lo que sucedía hace unos años.
En el análisis de la actual coyuntura agraria, el clima, por la las olas de calor excepcionales y la sequía, está suponiendo un factor determinante que ha afectado y sigue perjudicando al conjunto del sector. A la reducción de la cosecha de cereal en casi un 30% se ha sumado el girasol. A la vista de los precios al alza de los mercados exteriores por la invasión de Ucrania, la superficie se incrementó desde poco más de 700.000 a unas 900.000 hectáreas. Por la falta de lluvia y los fuertes calores, se temen unos rendimientos medios de solo unos 700 kilos por hectárea, aunque con precios al alza.
En el vino, la situación se califica como muy negativa, si bien no se pierde la esperanza de que un cambio en las temperaturas y lluvias hasta septiembre puedan dar un giro a la situación actual. En principio, las previsiones apuntan a una cosecha de entre un 15% y un 20% por debajo de unas cosechas medias, aunque será una producción con grado y de buena calidad.
En el Duero, José Manuel Pérez Ovejas, enólogo y nuevo bodeguero con Dominio de Calogía, entiende que es fundamental el manejo que se haga de las viñas como el aclareo, mantener hojas para la protección de los racimos de los rayos del sol para evitar una falta de acidez y elegir bien la fecha de vendimia. En Castilla-La Mancha, Alejandro García Gasco, responsable del sector en UPA, teme que la ola de calor pueda dar lugar a una maduración rara y un vino con falta de acidez. En el olivar las elevadas temperaturas se han sumado a la insuficiencia de agua para riegos, lo que se teme pueda dar lugar a una reducción de la cosecha en una media de un 15% a un 20%.
En la ganadería, las olas de calor están suponiendo más costes, menos rendimientos y más mortalidad. En el vacuno de leche, para Román Santalla, de Unions Agrarias, destaca una reducción en los rendimientos de las cabañas lecheras en una media del 12%, llegando incluso hasta el 30%. Y como consecuencia de los fuertes calores, en las explotaciones intensivas como la avicultura o en el porcino, los granjeros se han visto obligados refrescar las instalaciones a base de energía, incrementando aun más los costes.
En resumen, menos producciones, más costes y con una sementera a la vista con el miedo en el cuerpo de los agricultores a "tirar" abonos por las nubes con todos los interrogantes del mundo sobre sus resultados.