Dicen que no hay mejor defensa que un buen ataque. Y eso es lo que debe pensar el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, quien, harto de las sanciones impuestas por la Unión Europea, ha decidido responder. Y lo ha hecho sin entrar en un intercambio de penalizaciones económicas: ha preferido optar por una apertura de las fronteras que, a su parecer, acabará provocando el caos ante la entrada sin filtro de cientos de inmigrantes irregulares.
«Nosotros requisábamos las drogas y frenábamos a los inmigrantes. Ahora, van a tomarlas y a atraparlos ustedes mismos», aseguró en su inicio de la nueva ofensiva contra la UE. « No detendremos a nadie», insistió. «La gente está de camino desde zonas de guerra hacia la cómoda Europa, y Alemania necesita trabajadores» afirmó para justificar su amenaza.
Nadie se tomó en serio a Lukashenko cuando emuló al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y amenazó con inundar la UE de inmigrantes de Oriente Próximo y el norte de África. Pero en las últimas semanas Lituania, Letonia y Polonia han detenido en la frontera con la antigua república soviética más sin papeles que en todo 2020.
«Es evidente que las autoridades bielorrusas están detrás del incremento del flujo de inmigrantes que quieren acabar en la UE», comenta Aliona Chéjovich, asesora legal de la organización no gubernamental Human Constanta.
La activista incide en que antes existía una lista negra no oficial de países cuyos ciudadanos no podían recibir asilo en Bielorrusia. Ahora, inmigrantes de Irak o Libia reciben visados de turista sin mayores dificultades.
«El mecanismo no lo conocemos. Pero está claro que todo esto fue organizado por motivos políticos. No quiero culpar a nadie, pero probablemente hay acuerdos con esos países. No se les eligió de manera casual», señala.
Negocio lucrativo
Política, pero también negocio. La prensa estima en 3.000 los euros que cada inmigrante deja en Bielorrusia, una inesperada fuente de ingresos para la alicaída economía planificada bielorrusa.
«Sabemos que existen varias agencias turísticas bielorrusas bajo control de la administración presidencial que organizaron paquetes turísticos y abrieron la posibilidad de recibir visados», explica Chéjovich.
Los interesados, en su mayoría de Irak, «venden todo su patrimonio, pagan el dinero -hasta unos 15.000 dólares- y se convierten en instrumento de esa batalla política», señala.
El contrabando de inmigrantes irregulares no es algo nuevo, pero la elección de Bielorrusia como punto de entrada en la Unión sí lo es, por lo que cogió desprevenido a Bruselas.
Los bálticos tardaron en reaccionar, pero tras declarar el estado de emergencia, que les permite recurrir al Ejército y devolver por la fuerza a los que cruzaron de forma irregular de la frontera, Chéjovich cree que pronto el negocio ya no será «rentable» para Minsk.
En cuanto a la suerte de los inmigrantes, un iraquí fue el primero en dirigirse esta semana a Human Constanta tras ser rechazado por Lituania.
«Es un joven que tiene miedo a volver a su país porque en Irak mataron a su padre», explicó la abogada, quien comentó que siente «mucho miedo» por la gente que se ha quedado «varada», ya que pueden ser deportados a sus países de origen o internados en centros de reclusión en «condiciones horribles».