A pesar de los beneficios que reporta al medio ambiente y aunque no es uno de los factores más contaminantes si se compara con otras actividades humanas, la ganadería extensiva lleva tiempo en el punto de mira por sus emisiones de metano, un gas que contribuye a potenciar el efecto el invernadero y, como consecuencia, el cambio climático. Este metano proviene de la fermentación entérica, un proceso que tiene lugar en el aparato digestivo de ciertas especies animales. Los microorganismos residentes en el tracto digestivo descomponen los carbohidratos de los alimentos ingeridos, transformándolos energía para el animal. El problema es que uno de los subproductos de esta fermentación es el metano (que se expulsa sobre todo por la boca y no mediante ventosidades, como podría creerse).
El caso es que las vacas (sobre todo), ovejas y cabras expulsan metano, pero también contribuyen a mitigar el efecto invernadero porque al pastar y favorecer la regeneración de esos pastos ayudan a capturar carbono en el suelo, un carbono que forma parte del CO2, otro importante gas que contribuye al cambio climático. El proyecto Airegan trata de optimizar esa captura de carbono a través de monitoreo de los animales y análisis de suelos que tienen como objetivo final poder dar a los ganaderos recomendaciones para que mejoren el manejo de sus animales reduciendo su impacto ambiental.
El proyecto, que comenzó hace un año, es una iniciativa financiada a través de la convocatoria de ayudas 2021 destinadas a proyectos de investigación y desarrollo en inteligencia artificial y otras tecnologías digitales y su integración en las cadenas de valor de Red.es, organismo dependiente del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital. Está liderado por la empresa Digitanimal, especializada en geolocalización del ganado a través de collares con GPS, junto con la Universidad de Córdoba y con la colaboración de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA). El nombre, Airegan, es un acrónimo que proviene de «inteligencia artificial aplicada a la reducción del impacto ambiental en la ganadería extensiva».
La iniciativa se basa en el uso de dispositivos IoT, imágenes de satélite y técnicas de inteligencia artificial para calcular la huella de carbono de las explotaciones ganaderas en extensivo. El proyecto tiene como objetivo desarrollar algoritmos que permitan estimar las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por el ganado, así como el secuestro de carbono en los pastizales.
Javier Alejandre, técnico de UPA implicado en el proyecto, explica que la iniciativa nace de la necesidad de reducir la huella de carbono de la ganadería extensiva. La emisiones de metano son una realidad, pero no son siempre iguales. La alimentación de los animales influye y por eso mejorar el manejo para conseguir que pasten en determinados lugares en determinados momentos puede minimizar esas emisiones, aunque este factor es más maleable en la ganadería intensiva mediante la alimentación.
En cualquier caso, Alejandre aclara que el principal objetivo de Airegan no es tanto disminuir esas emisiones como calcular cuánto se emite y tratar de compensarlo mediante la captura de la mayor cantidad de carbono posible en los pastizales. Aunque intuye que «no se podrá llegar a la neutralidad climática», sí se podrá mejorar mucho el balance final de la actividad ganadera en extensivo.
Dos herramientas.
Daniel Cea es ingeniero agrónomo en Digitanimal. Para mejorar la captura de carbono, expone, se van a utilizar dos herramientas combinadas. Por un lado, el análisis de suelos y por otro el seguimiento de los animales en sus movimientos diarios mientras pastan. Con esta última se podrá generar lo que Alejandre llama un «mapa de calor», es decir, se podrá averiguar qué zonas son más frecuentadas y cuáles visitan las vacas con menos asiduidad. Este monitoreo de los rebaños se llevará a cabo gracias a los collares equipados con GPS de Digitanimal, que ya de por sí tienen mucha utilidad para los ganaderos, pero que en este proyecto son claves.
Cea cuenta que esos mapas de calor se confrontarán con los análisis del suelo. Se realizan extrayendo, con la ayuda de un tubo o una barrena, pedazos de tierra de 30 centímetros de profundidad que se dividen en dos partes: por un lado los cinco centímetros de la superficie y por otro los 25 restantes.
Estas muestras son analizadas por investigadores de la Universidad de Córdoba para comprobar algunos parámetros: nutrientes (fósforo, potasio y nitrógeno), densidad aparente, cantidad de carbono y conductividad eléctrica. Teniendo en cuenta los valores que arrojen esos análisis y la intensidad de pastoreo que haya soportado la zona de la que se ha extraído la muestra se podrán desarrollar recomendaciones para que el ganadero tenga a su alcance criterios que le permitan mover a sus animales de unas zonas a otras en los momentos adecuados, de manera que el suelo se mantenga en las mejores condiciones, el pasto se regenere a buen ritmo y la captura de carbono sea, en consecuencia, óptima.
Para afinar estos cálculos los datos se cruzan con imágenes satelitales. Esta tecnología permite saber cuánto pasto hay en cada zona en cada momento y relacionarlo también con el pastoreo previo que se haya realizado.
Alejandre cuenta que no todo es tan fácil como parece. España tiene muchos ecosistemas diferentes y el manejo de las vacas en prados de montaña de la Cordillera Cantábrica no es igual que el que se practica en una dehesa extremeña, ni los suelos son los mismos, por poner dos ejemplos. Por ello Airegan está desarrollando trabajo de campo en multitud de lugares de la geografía nacional, de modo que los ganaderos de cualquier parte del país puedan beneficiarse de las conclusiones del proyecto.
Y es que, además de los beneficios ambientales, Airegan también tiene el potencial de ofrecer beneficios económicos y sociales para los ganaderos. Las recomendaciones generadas por el sistema ayudarán a los titulares de las explotaciones a mejorar su eficiencia, lo que puede traducirse en un aumento de la productividad y la rentabilidad. Asimismo, el proyecto Airegan puede ayudar a los ganaderos a cumplir con las nuevas normativas sobre sostenibilidad. También será un apoyo para comprobar las zonas donde han pastado los animales, algo fundamental de cara a la presentación de las solicitudes de la PAC y el posterior cobro de ayudas.
El análisis de suelos también es útil en agricultura.
Aunque no tiene nada que ver con el proyecto Airegan, el Ministerio de Agricultura analizará el contenido de carbono en los suelos agrícolas del territorio español para determinar su capacidad de secuestro de este elemento y establecer las bases del futuro sistema de certificación de créditos, cuya nueva legislación ha sido presentada por la Comisión Europea. Los trabajos se prolongarán, en su primera fase, hasta marzo de 2024. El contenido en carbono en los suelos en España es el más bajo de Europa. Reconocer sus características y parámetros es importante para contribuir al futuro desarrollo de la actividad agraria. Los análisis permitirán conocer su fertilidad, su capacidad de retención de agua y favorecerán la lucha contra el cambio climático.
El Ministerio ha ampliado el ámbito de la Encuesta de Superficies y Rendimientos de Cultivo de España (ESYRCE) con el fin de darle más valor añadido, pues ya no solo tendrá información sobre rendimientos y superficies, sino que incorporará datos de calidad del suelo. Esta encuesta proporciona información precisa sobre las superficies cultivadas en España, los rendimientos obtenidos y variables descriptivas de la actividad agraria como las técnicas de manejo del suelo o la tipología de riego con la que se cuenta para comparar los rendimientos por cultivos y zonas. Ahora, además, permitirá conocer el contenido en carbono de los suelos, e incorporará la información a la herramienta digital.
Debido al amplio tamaño muestral de esta encuesta, se analizarán cada dos años los suelos de 16.000 parcelas repartidas por todo el territorio. Esta muestra permitirá tener datos significativos y robustos para todas las regiones, usos del suelo o técnicas de manejo de éste, entre otros. Además, al estar incluida en ESYRCE permitirá conocer aspectos como la relación entre técnicas de manejo del suelo, contenido en carbono y rendimientos obtenidos.
Con ello, el proyecto tiene como objetivo evaluar si las prácticas agrícolas y ganaderas llegadas con la nueva Política Agraria Común, como la agricultura de conservación, las cubiertas vegetales en los cultivos, las rotaciones con especies mejorantes o el pastoreo extensivo, contribuyen a mejorar el contenido en carbono de los suelos españoles y a reducir la erosión, incrementando su fertilidad. Los trabajos proporcionarán una información muy valiosa para todos los agricultores en el ejercicio de su actividad en un ámbito tan importante como es la agricultura de carbono. Por eso, la finalidad de los trabajos que ahora se inician no es solo proporcionar la fotografía más completa que se pueda tener sobre el estado actual de los suelos agrícolas, sino repetirlos cada dos años para analizar su evolución.