Ha pasado mucho tiempo desde que en 1949 se crease la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para hacer frente a la expansión y al poder militar de la ya extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Entonces, las amenazas territoriales y militares, en plena Guerra Fría, entre los bloques capitalista y comunista, eran completamente distintas a las actuales e incluso respecto al período de desintegración de la Unión Soviética, finales de los 80 y la década de los 90.
Desde hace un cuarto de siglo, la Organización, integrada por 29 estados, en su mayoría europeos, ha reformulado sus objetivos y actividades hasta apropiarse de la seguridad del planeta, además de plantar cara a los nuevos actores que disputan la hegemonía mundial a Estados Unidos, algunos viejos conocidos, como Rusia, y otros alumnos aventajados de la esfera postsocialista, como China.
En pleno siglo XXI y tras embarcarse en la lucha contra el terrorismo como consecuencia del atentado a las torres gemelas de Nueva York en septiembre de 2001, donde murieron casi 3.000 personas, la OTAN se centró durante casi 20 años en frenar la amenaza yihadista allá donde se presentase. Primero en Afganistán y luego en Irak, pero también en otras partes del mundo ya fuese de forma directa o indirecta.
Estas nuevas agresiones han llevado a la Organización a rearmarse, a hacerse más tecnológicos y a solicitar a los miembros de este selecto club militar que aporten el 2 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB) para hacer frente a sus nuevos desafíos.
Carrera de misiles
El futuro de la defensa se centra desde hace pocos años en la carrera armamentística, sobre todo tras la salida de EEUU y Rusia en 2019 del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio. Este acuerdo para la eliminación de misiles nucleares de medio y corto alcance fue un hito de la Guerra Fría que firmaron Washington y Moscú en 1987. Pero los expertos señalan que desde mediados de la década pasada, incluso antes de la llegada de Donald Trump a la Presidencia, Rusia ya venía alimentando un rearme con nuevas armas de crucero, una militarización que han seguido otros países como EEUU, Israel, Arabia Saudí o los Emiratos Árabes, todos aliados de Washington.
Otro de los planes militares clave para la guerra del futuro es la defensa cibernética. Los ataques virtuales son cada vez más comunes, sofisticados y dañinos, lo que hace que este tipo de protección sea una prioridad para la OTAN. De hecho, EEUU reconoce el ciberespacio como un dominio operacional, como la tierra, el mar o el aire.