Sunset Boulevard, una película de culto de 1950, fue traducida en España como El crepúsculo de los dioses, y en Latinoamérica como El ocaso de una estrella. Y estas dos frases bastarían para definir la insoportable decadencia que vive Cristiano Ronaldo, uno de los mejores futbolistas de la historia convertido ahora en un 'meme', una figura venida a menos que parece castigarse de forma innecesaria emborronando su carrera.
La recta final del luso empieza a perfilarse una vez abandona el Real Madrid. Turín nunca le ofreció las ventajas históricas y deportivas del Bernabéu, y de alguna forma, su presencia desestabilizó a la 'Vecchia Signora', que perdió su incuestionable hegemonía en Italia. «Con él dejamos de ser un equipo», dijo Chilellini.
De una forma casi romántica, jugó su penúltima carta en Mánchester, donde se hizo gigante, pero a Cristiano (a pesar de los 24 goles en la 21/22) tampoco le alcanzó ni para relanzar su carrera ni para elevar al United.
Este curso ha estallado la traca final y, como Gloria Swanson en la película, 'CR7' se resiste de forma patética a su destino. Ha desafiado para ello todo el código disciplinario de los 'red devils', no presentándose a entrenar o negándose a saltar al campo en los últimos minutos ante el Tottenham: su imagen ha salido de los vinilos de Old Trafford y ya no volverá.
Ya en Catar, en la selección, acumula desplantes ante sus compañeros (ayer mismo se negó a entrenar con los suplentes), su seleccionador (le increpó por haberle cambiado ante Corea) y su afición (fue el único que no acudió a aplaudir a la grada tras la victoria en octavos). Su sustituto, Gonçalo Ramos, hizo tres goles: la metáfora de que su tiempo ha pasado por mucho que se maquille.