Kroos dice de sí mismo que es un defensor mediocre y un atacante vulgar. Sin embargo, él no pierde la agudeza en esa mirada azul, ni siquiera a los 33 años cuando el fantasma de la retirada pasó por delante de sus ojos la pasada primavera, porque sabe que está donde debe estar para que la pelota siga obedeciéndole. Aún no ha perdido el 'mojo'. «Es un maestro. El balón hace lo que él quiere. Es un placer recibir el balón de Kroos», decía esta semana un Jude Bellingham eufórico por compartir siquiera dos pases con uno de los centrocampistas más exactos y trascendentes del fútbol moderno.
Jude apenas tenía 10 años cuando todo pendió de un hilo en el estadio de Maracaná. Toni estuvo cerca de ser el tipo que cometió la gran pifia de la final de 2014, el único fallo grosero de la Alemania más precisa de la historia (la que le metió siete a Brasil en semifinales), minuto 20, cabeceando un balón hacia atrás sin calcular que el 'nueve' argentino aún estaba saliendo. Pero Higuaín falló lo infallable y Kroos, desde entonces, decidió no cometer ni un solo error de cálculo.
Curiosamente, Rafa Benítez fue quien dibujó el punto de inflexión en la carrera del muchacho, un jugador que irrumpió en el fútbol de élite con clara vocación defensiva: fue el máximo goleador (y mejor jugador) del Europeo sub'17 de 2006 y el tercer máximo anotador (y mejor jugador) del Mundial sub'17 de 2007. Con el técnico madrileño, Kroos dio 10 pasos atrás sobre el césped y pasó de llegador a constructor: delegó responsabilidades en el último tercio del campo y se convirtió en el ideólogo del equipo. Y lo hizo de una forma natural e inteligente: tenía que adecuar su fútbol al de su 'hermano' sobre el césped, Luka Modric. «Estamos ahí -dijo sobre ambos en una entrevista reciente- para que los demás se sientan seguros». Primero en solitario, después con Casemiro, hoy con cualquiera que les guarde las espaldas, Toni y Luka (10 temporadas el primero, 12 el segundo) se entienden con la mirada. El alemán detectó pronto que el Santiago Bernabéu ama el vértigo -la Champions de 2022 es el mejor ejemplo histórico-, pero para que esto suceda alguien debe mantener la cabeza fría. Kroos lo llama «mantenimiento táctico», un término muy germano que se suele emplear para describir un punto de cordura en medio del caos.
¿Último curso?
La temporada 2022/23, primera sin títulos grandes desde 2019, pudo ser la última del increíble matrimonio de conveniencia que formaron. Sin embargo, el Real Madrid prorrogó sus contratos una temporada más. Modric cumplirá los 38 en la quinta jornada de Liga y Kroos alcanzará los 34 en el ecuador del curso. «Esto se acabará algún día, y quiero dejarlo cuando aún sea útil», confesó.
Ahora Ancelotti ha sacado escuadra y cartabón para diseñar el encaje de Bellingham, que tiene como ídolo al de Greifswald, en un dibujo junto a los 'gurús' de la década prodigiosa del madridismo. Kroos, con ese trote inconfundible, apurará una temporada más su romance con el balón, su fiel compañero, antes de tumbarse bajo el sol. «¿Se ve de entrenador cuando se retire?». La forma en que dijo «no, no» y negó con la cabeza, habla del tipo cuyo servicio al fútbol terminará con el último pase al pie. Quizás en 2024.
A los genios hay que disfrutarlos mientras juegan, antes de que tengamos que recordarles en viejas fotos o vídeos de YouTube.