El otro gran enemigo de Israel

Agencias-SPC
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La implicación de Hizbolá, un grupo respaldado por Irán, podría dar una nueva dimensión al conflicto en la región

El otro gran enemigo de Israel - Foto: WAEL HAMZEH

La guerra abierta en Oriente Próximo entre Israel y Hamás corre el riesgo de expandirse en la región por la intervención de la milicia chiita Hizbolá, que desde el Líbano está poniendo en peligro a las ciudades situadas a ambos lados de la frontera y cuya actuación podría abrir un segundo frente contra el Ejército de Tel Aviv.

Respaldado por Irán y considerado como una de las mayores fuerzas paramilitares de la zona, el grupo extremista está llevando a cabo intercambios de disparos con su vecino hebreo, en los incidentes de mayor gravedad desde la guerra asimétrica de 2006. Una circunstancia que ha hecho saltar las alarmas, especialmente ante el potencial papel de Teherán en la guerra.

Hizbulá, cuyo nombre significa Partido de Dios, surgió en 1982 en el marco de la guerra entre el Líbano e Israel -que estalló en medio de la Guerra Civil Libanesa (1975-1990)- de manos de unos clérigos chiítas que habían estudiado en Irak y que apostaban por seguir las políticas del líder de la Revolución Islámica iraní, el ayatolá Jomeini.

La milicia controla en la actualidad partes del sur y el este del Líbano, además parte de los suburbios de Beirut, y cuenta con el apoyo de la Guardia Revolucionaria de Irán, que destinó asesores y ayuda militar para consolidar a la formación como uno de los principales elementos en el país con el objetivo de derrotar a Israel, enemigo de Teherán.

La invasión hebrea en 1982, en la que Tel Aviv tomó casi la mitad del territorio con el apoyo de agrupaciones cristianas libanesas, permitió a Hizbulá reforzar su papel como un grupo de resistencia, lo que le hizo ganar importantes apoyos y legitimidad entre parte de la población. Tras el fin de la Guerra Civil Libanesa, la organización entró en política -está representada en el Parlamento por el bloque Lealtad a la Resistencia-, llegando a formar parte de varios gobiernos.

El grupo no ha estado exento de polémicas, especialmente por las actividades de su rama armada -el Consejo de la Yihad-, incluido su papel en el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri y otras 21 personas en un atentado en febrero de 2005 en Beirut. Asimismo, ha sido censurado por su intervención en diversos conflictos regionales, especialmente a raíz de su participación de la guerra desatada en 2011 en Siria, donde combate con las fuerzas del presidente, Bachar al Asad.

Las principales críticas en este punto derivan de que sus detractores consideran que estas actividades conllevan el riesgo de arrastrar al país a un conflicto abierto con Israel o Estados Unidos, especialmente debido a que suponen una violación de la política de no injerencia de Beirut en asuntos regionales, una situación especialmente presente en el contexto actual.

Miedo a una expansión

Los últimos meses han presenciado un repunte de los incidentes de seguridad y de los intercambios de acusaciones entre Hizbulá e Israel, llegando Tel Aviv a denunciar el pasado junio la instalación de dos tiendas de campaña por parte de la milicia en las que habría personas armadas en las Granjas de Shebaa, ocupadas durante la Guerra de los Seis Días en 1967.

Tras los ataques de Hamás, el líder del grupo, Hasán Nasralá, «felicitó» a los «heroicos combatientes de las facciones palestinas» y describió la ofensiva como «una operación triunfal» y una «respuesta decisiva a los crímenes de la ocupación», al tiempo que reclamó al Gobierno hebreo que «aprenda las importantes lecciones dadas por la resistencia palestina». Así, sostuvo que estaba «siguiendo de cerca» los acontecimientos y manteniendo el contacto con Hamás, sin anunciar abiertamente una implicación en la guerra.

Por ello, la apertura de un nuevo frente en la frontera entre Israel y el Líbano -patrullada por la Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano (Finul), donde hay desplegadas tropas españolas- podría expandir el conflicto al resto de la región, incluida la apertura de otro frente en los Altos del Golán, que conectan con Siria y desde ahí con los grupos armados aliados de Teherán en Irak o Yemen, además de las propias fuerzas persas.

La posible participación de la república islámica en una guerra abierta daría una dimensión totalmente diferente al conflicto debido al potencial militar de ambos países -incluidas armas nucleares en posesión de Tel Aviv- y la posibilidad de que los aliados de Israel e Irán -entre los que destacan EEUU y Rusia, respectivamente-, apoyen a sus socios, lo que ha sido contemplado incluso como el desencadenante de una Tercera Guerra Mundial.

Por ello, el Gobierno libanés -en funciones desde hace un año- ha criticado duramente a Israel por su respuesta a los ataques de Hamás, si bien han apelado a mantener al país lejos de un conflicto que podría ser desastroso para Líbano, sumido ya en una enorme crisis económica ahondada por la citada parálisis política.