El medievo, pionero del consentimiento

SPC
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Aunque no se puede entender este concepto como en la actualidad, la Edad Media no fue tan gris como se pinta, tampoco en el sexo

El medievo, pionero del consentimiento - Foto: Imagen de pch.vector en Freepik

La historiadora y escritora británica Katherine Harvey, que acaba de publicar en España el ensayo Los fuegos de la lujuria, una historia del sexo en época medieval, asegura que «el tema del consentimiento en el sexo en la Edad Media estaba ya muy presente». Harvey señala que no hay constancia de que «se recurriera al cinturón de castidad o al derecho de pernada, invenciones modernas», pues habrían resultado «incómodos» por poner en entredicho el sacramento del matrimonio, y «además pondrían en cuestión la idea del consentimiento, que para los medievales era más importante de lo que pensamos». 

Tendemos a pensar, añade la autora, que las personas del medievo estaban muy reprimidas sexualmente y al mismo tiempo estaban locos por el sexo y, «sin embargo, el consentimiento era más importante de lo que se cree, y esta es una de las razones por la que desaprobaban los matrimonios infantiles. Para casarse las mujeres tenían que tener 12 años y 14 años los hombres». Había una oposición a los matrimonios forzados, aunque se aceptaban los enlaces concertados, pero no si las parejas no querían casarse. Harvey admite, sin embargo, que, al no existir el concepto de violación marital, esta visión del consentimiento tenía algunas aristas.

La autora intenta trasladar al lector moderno cómo era la sexualidad de la gente común del medievo por las fuentes de que disponemos y también desmontar algunos mitos que se han perpetuado en la cultura popular a través de series como Juegos de Tronos, que presentan una visión bastante violenta.

La sexualidad no era muy diferente de la actualidad, salvo en el poder que tenía la iglesia sobre la gente y su consideración del sexo como pecado, «por lo menos de algunas prácticas que catalogaban como sodomía, que no solo incluía las relaciones homosexuales, sino también cualquier forma de sexo no reproductivo, como la masturbación, el sexo anal o cualquier otra práctica no reproductiva».

La Edad Media «no fue una época tan oscura como se piensa, pues aunque la Iglesia ponía el foco en el sexo como pecado, finalmente veían bien si ese sexo se producía en el matrimonio, pues generaba hijos y cristianos». Tabúes actuales como las violaciones, los abusos infantiles, el incesto o la zoofilia «eran vistas entonces también como inmorales y en teoría eran castigados».

Las prácticas zoofílicas, señala la historiadora, eran muy desaprobadas porque «entraba en juego la frontera entre lo humano y lo animal, y en estos casos se llegaron a producir ejecuciones de personas y también de los animales involucrados, algo que ya se refiere en Las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio». 

En cuanto al abuso infantil y la violación, la percepción era muy parecida a la nuestra, en el sentido de la desaprobación, si bien luego tenían problemas para ejecutar el castigo. Otro de los mitos que Harvey pone en entredicho es el de la mujer pasiva en el sexo, pero esta cuestión exige un enfoque más complejo que simple: «Al poner el énfasis en el sexo reproductor, se acabó admitiendo que para concebir era necesario que tanto hombres como mujeres produjeran semillas y para ello alcanzar el orgasmo».

Personas no binarias

Harvey documenta asimismo la existencia de personas no binarias en la Edad Media, algo que le ha exigido indagar mucho en los registros para encontrarlos, «casos como Rolandina en Venecia, que era intersexual por las descripciones de su cuerpo, que nació hombre pero se identificó como mujer, o el de John/Eleanor Rykener en Londres».